Boechío lleva años esperando terminen edificio de escuela

Boechío lleva años esperando terminen edificio de escuela

Por MARIEN ARISTY CAPITAN
Bohechío, San Juan.- La historia del Liceo de Bohechío podría resumirse con dos palabras: espera y hastío. Es que, a pensar de los ruegos, los moradores de esta comunidad llevan doce años esperando que terminen la edificación que debería albergar al liceo.

Mientras eso sucede, y las paredes que están levantadas se dejan vestir por la mala hierba, los doscientos diecinueve estudiantes que están matriculados en el liceo deben repartirse de forma singular: dos cursos funcionan en el plantel de la escuela primaria, uno en un espacio de una casa alquilada y el otro en el antiguo centro comunal del pueblo.

Por culpa de esto, tal como explica el director del centro, Germán Susaña, se pierde mucho tiempo de docencia puesto que los profesores tienen que estar yendo de un lado para otro. “Se pierden, prácticamente, veinte minutos en cada hora de clases. Los profesores prácticamente sólo imparten la mitad de las horas que deberían dar de clases”, dice Susaña.

Otro problema que enfrentan es la falta de butacas: a pesar de que toman prestadas del área de primaria, están en muy mal estado. Muchas de ellas están rotas, por ejemplo, y no tienen respaldo.

Pero eso no es todo: mientras los estudiantes que están en la biblioteca comparten un espacio muy pequeño, los que están en el centro comunal lo hacen en un lugar muy oscuro.

Es que el centro comunal, donde antes también funcionó la primera iglesia que hubo en el pueblo, no es más que una rancheta de madera y zinc en la que aún se ven los viejos bancos y un sencillísimo altar que está coronado por una foto del papa Juan Pablo II.

 

UNA HISTORIA DE OLVIDO

Optimista, cuando Susaña habla de la obra del liceo establece que sólo está “a nivel de plato”. Al verla, sin embargo, el visitante descubre es que es mucho más lo que necesita: desde el empañete, los pisos y el techo hasta las ventanas y las instalaciones eléctrica y sanitaria.

Pero lo triste de este plantel es la estela de olvidos que lleva consigo: todos los gobiernos han puesto un granito de arena aquí pero ninguno se ha acordado de terminarlo.

La mejor muestra de ello es que fue en el gobierno de Joaquín Balaguer que comenzaron los trabajos pero no fue hasta el de Leonel Fernández que la zapata estuvo lista. Las paredes, a su vez, las levantaron durante el gobierno de Hipólito Mejía.

Desde el gobierno perredeísta, sin embargo, nadie ha tocado esta instalación. Por tanto, de seguir por el camino que va, podría esperarse que estas autoridades al menos coloquen los techos o el piso.

Respecto a la distribución del plantel, éste tendría seis aulas, la dirección, una cocina, un salón de actos y los laboratorios. Con ellos sueñan los niños de este pueblo. Los jóvenes, sin embargo, ya ni siquiera tienen esa inspiración: han perdido la esperanza de que el plantel esté listo antes de que terminen de estudiar.

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