Bolívar y Santo Domingo

Bolívar y Santo Domingo

POR FRANKLIN FRANCO
Fruto de un largo proceso de tergiversación y manipulación de la historia llevada a efecto por la historiografía tradicional, los dominicanos hemos contraído una deuda con el Libertador, Simón Bolívar, que es como decir, con el hermano pueblo de Venezuela.

Esa situación no ha sido creación de la intelectualidad de las generaciones actuales, sino de la que surgió en el  seno de la oligarquía hace más de cien años y de otro grupo que apareció poco después, quienes se encargaron de escribir a su manera, es decir, en su estrecha y estereotipada visión del mundo, profundamente racista y prohispánica, la historia de nuestro país.

Ese ha sido, debemos reconocerlo, un legado funesto y al propio tiempo trágico, pues todas las mentiras que construyeron sobre el desenvolvimiento del proceso histórico nacional, transmitida durante décadas mediante el sistema educativo nacional a las generaciones siguientes, incluyendo la de quien habla, deformaron la conciencia social del dominicano.

Comienzo a explicarme: Si bien es cierto, y esto se desprende de la documentación histórica, que los primeros balbuceos independentistas  dominicanos ocurrieron al calor y bajo la influencia  de la lucha que a principio del siglo XIX iniciaron en Suramérica, primero Miranda, y luego San Martín y Bolívar,  y del proceso de liberación de Haití, todo esto fue silenciado en los manuales de historia que fueron elaborados con fines educativos.

En esa dirección debemos subrayar, que en todos y cada uno de los conatos de rebeldía antiesclavistas y anticolonialistas que sacudieron a nuestra sociedad colonial, está presente, como elemento estimulante, el ejemplo patriótico suramericano, y muy particularmente, el de Bolívar y el pueblo venezolano.

Fruto de esa lucha que arrancó en las primeras décadas del siglo XIX, que  desquició  militar y  económicamente  en   todo  el  continente  al  imperio  español, la sociedad colonial en esta media isla que hoy se denomina República Dominicana, vivió una de las crisis más profundas que registra la historia hispanoamericana. Aquel fue un periodo de desolación, hambruna y desesperación, caldo de cultivo natural para la inconformidad y la rebelión.

Durante ese periodo, (1809-1821) que se conoce en nuestra historia como el de «la España Boba», es cuando surgen aquí los primeros indicios claros y evidentes de la influencia de la extraordinaria campaña independentista del Libertador en nuestro suelo, y afloraron también  los sentimientos a favor  de integración con la República de Haití.

En noviembre 15 de 1821, por ejemplo, un documento escrito por el Gobernador don Pascual Real, quien procedía de Caracas y había asumido ese cargo poco antes, señala:

«… el ejemplo de Venezuela y los últimos acontecimientos de aquel país influyen de tal manera en las posesiones españolas del archipiélago, que es de temerse que los naturales siguieran la conducta de los venezolanos». (Doc. Hist. Procedente del Archivo de Indias. Sec. de Estado de Relaciones Exteriores. 1928. Vol. III. Pág. 21).

Como ese documento hay decenas de referencias en la misma dirección, pero los historiadores seguidores del ordenamiento ideológico de la oligarquía dominicana no lo tomaron en cuenta al momento de explicar los factores objetivos que impulsaron el primer ensayo independentista dominicano.

Ese primer ensayo independentista dominicano ocurrió, el primero diciembre de 1821, es decir, (treinta y tantos días después del documento escrito por don Pascual Real) bajo la dirección del licenciado José Núñez de Cáceres, un alto funcionario del aparato administrativo colonial, quien fue autor además, de toda la documentación en que se fundamentó lo que él mismo denominó: «Acta Constitutiva del Estado independiente de la Parte Española de la isla de Haití».

El artículo 4 de esa acta de independencia establecía: «Esta parte española entrará desde luego en alianza con la República de Colombia: entrará a componer uno de los Estados de la Unión; y cuando se ajuste y concluya este tratado hará causa común, y seguirá en todo los intereses generales de la Confederación».

Como se conoce, ese primer intento independentista fracasó. Apenas fue apoyado por sectores de la burocracia colonial y por los miembros de algunas familias de alcurnia, casi todas esclavistas. El pueblo le dio la espalda, y en cambio, en las principales poblaciones de nuestro país- Neyba, Montecristy, Puerto Plata, Santiago, fue izado el pabellón haitiano. Respuesta que da inicio a nuestra integración a la nación haitiana, que duraría hasta 1844. Exactamente veintidós años.

¿Por cuales motivos, ese primer proyecto independentista fracasó? He aquí una pregunta capital, pues la historiografía tradicional atribuye a la indolencia de Bolívar al llamado dominicano, el desplome de este primer ensayo de independencia nacional y esto es absolutamente falso.

En primer lugar hay que dejar claro que Bolívar no tuvo conocimiento alguno sobre los planes de Núñez de Cáceres, pues se encontraba en plena campaña liberadora combatiendo contra los remanentes del ejército colonial español, camino hacía el Perú, donde meses después, en julio, se entrevistó con el general San Martín. Al frente del gobierno de la Gran Colombia, en Bogota, se encontraba el general Santander, Vicepresidente de la República.

Las primeras noticias sobre lo acontecido en nuestro suelo la llevo un enviado de Núñez de Cáceres a Caracas, el Dr. Antonio María Pineda, cuando ya la unificación de la isla llevada a efecto por el presidente de Haití, era un hecho consumado, y fueron recibidas, no por Bolívar, sino por el general Páez, jefe de la Comandancia Militar de Caracas.

Los verdaderos motivos del fracaso del movimiento dirigido por Núñez de Cáceres, en tal virtud, hay que buscarlos, dentro del propio marco de las fuerzas sociales que aquí propulsaron ese importante evento.

En primer lugar hay que decir, que todos los indicios indican que el proyecto carecía de apoyo popular. Que sus máximos dirigentes no disfrutaban de simpatías entre las masas, negros esclavos, y mulatos, por las anteriores vinculaciones de sus jefes  con el atrasado ordenamiento monárquico español y por sus actividades a favor de su consolidación, pues en varias oportunidades incluyendo, al licenciado Núñez de Cáceres, actuaron como instrumentos represores contra varias rebeliones antiesclavistas.

Pero además, la proclamación firmada por Núñez, no contempló la abolición de la esclavitud, y por tanto, no puso en vigencia una de las conquistas más anheladas por las masas populares de aquel entonces: el derecho a la igualdad entre los hombres. Sólo lo anterior explica el hecho de la integración sin ninguna resistencia de los dominicanos a la República de Haití en aquel momento.

Como se conoce, poco después de entregar personalmente las llaves de la ciudad de Santo Domingo a Boyer, símbolo del traspaso de poderes, el licenciado Núñez de Cáceres, al igual de cómo lo hicieron decenas de burócratas y esclavistas, abandonó nuestro territorio y se estableció en Caracas, donde por su elevada educación y cultura ocupó posiciones políticas de importancia.

Allí desafortunadamente siguió fiel a sus ideas conservadoras y por rencor adoptó una conducta de deliberada oposición y odio a las ideas de Bolívar y por ese camino se convirtió en secretario principal del general Páez, de uno de los artífices del desmembramiento del sueño del Libertador: la Gran Colombia,  primera expresión de la unidad de América Latina.

Los dominicanos, expresé al principio, estamos en deuda con Bolívar y con Venezuela, pueblo generoso que acogió a Duarte en su destierro como a uno de sus hijos, y que durante la odiosa dictadura de Trujillo hizo suya la causa de la libertad dominicana, como lo demuestra la presencia de venezolanos de todos los esfuerzos que llevó a efecto nuestro exilio para derribar esa tiranía.

Hoy, en tal virtud, que la bandera de la unidad de América Latina ha sido levantada allí por el coronel Chávez, como paso fundamental para la redención continental contra la política de sometimiento que lleva a efecto el más poderoso de los imperios de la tierra, los Estados Unidos, debemos elevar con fuerza nuestra más cálida solidaridad con la revolución bolivariana.

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