Ahora más que nunca en nuestra sociedad se han puesto en boga los conceptos de percepción y realidad, producto de la atención que los estamentos, tanto institucionales como particulares, personales y profesionales, le vienen atribuyendo al mantenimiento de una imagen positiva ante sus diferentes públicos.
La forma en que un gobierno, empresa, institución o persona en particular es visualizada o percibida por un determinado segmento de público o por la opinión pública en sentido general, constituye hoy uno de los aspectos de la mayor preocupación para estos sectores.
El desarrollo y la sofisticación de las herramientas tecnológicas aplicadas a los medios de comunicación como vía para que el público pueda expresar sus criterios y opiniones acerca de los más diversos y delicados temas, hacen que esta circunstancia adquiera ribetes de vital importancia para la supervivencia, en esta Era de la Comunicación Cibernética.
Es en ese contexto donde el uso de las Relaciones Públicas y el manejo de las estrategias de contenido, formas del mensaje y del mensajero que los exponga, juegan un papel determinante en los resultados finales que se logren alcanzar.
La improvisación y el manejo inadecuado que se hace regularmente de esta disciplina, han llevado a muchos al fracaso, en la evaluación final que hace el público de cualquier esfuerzo de proyección de una determinada imagen pública.
La Relaciones Publicas en ocasiones se piensan como una herramienta solo para enfrentar situaciones de crisis. Se olvida que su ejercicio sirve también para producir estrategias que conduzcan a un determinado posicionamiento en la mente del público. También para el reforzamiento de las percepciones positivas.