Bomberos carecen de los equipos más necesarios

Bomberos carecen de los equipos más necesarios

POR M. ARISTY CAPITAN
VICENTE NOBLE.- Un pico, un hacha, un extintor, un serrucho, una manguera y una escalera, son todos los instrumentos con que cuenta el Cuerpo de Bomberos de Vicente Noble después que se dañara el camión del “destacamento” hace más de un año.

Aunque ahora lo que tiene averiado es el eje de la toma de fuerza, a los oficiales no les resulta extraño que esto suceda, puesto que el camión suele estar dañado con bastante regularidad.

Es por eso que si en el pueblo se desata un incendio no queda más remedio que llamar al Cuerpo de Bomberos de Tamayo y esperar, con mucha fe, que lleguen mientras las llamas aún se puedan controlar.

“Mientras nosotros hacemos lo que podamos con cubeticas de agua. Eso es lo más que se puede hacer”, comenta e bombero Juan García.

Pero encontrar agua es otra odisea para los bomberos de este pueblo, puesto que a cada sector del municipio le llega el servicio de agua potable cada cuatro o cinco días.

UN LOCAL ALQUILADO Y DESTRUIDO

El Cuerpo de Bomberos de Vicente Noble sólo se reconoce como tal por el letrero que está ubicado sobre el umbral de la entrada. Al verlo, da pena descubrir que el espacio en el que están los que luchan contra el fuego fácilmente podría ser víctima de un incendio.

Es que la pequeña casa de la madera que aloja el cuartel está en muy malas condiciones: la madera, desvencijada y llena de comején,  no ofrece ninguna garantía a los que están dentro.

Alquilada, al igual que la mayoría de los inmuebles en los que funcionan las instituciones oficiales en este pueblo, la casa tiene una sala que funciona como “oficina y almacén” de instrumentos.

Es que allí están la escalera que descansa sobre una división de plywood que separa a oficina del dormitorio. En las paredes, colgadas de clavos, están exiguas herramientas que poseen: el serrucho, el pico y el hacha. Junto a ellas, el extintor.

También pueden verse una vieja mesa de dominó que les sirve para entretenerse, un teléfono, una lámpara de aceite y un par de sillas de metal.

A continuación está la cocina en la que están ubicados una antigua mesa bajo la que están los polvorientos galones en los que guardan el agua; un destartalado zafacón, una vieja estufa de cuatro hornillas y un gabinete que se ha “pintado” del oscuro marrón de la grasa.

En esta cocina, en realidad, sólo reluce el cucharón que pende de un clavo como lo hace la esperanza. Lo demás huele a negro y pesimismo: en la sartén, la cafetera y la olla que tienen es imposible descubrir algún rastro de su color original.

TREINTA AÑOS DE TRABAJO

Juan García entró como voluntario al Cuerpo de Bomberos en el año 1972. Hoy, treinta y cuatro años después, no tiene nada, porque ni siquiera recibe un sueldo fijo: el Ayuntamiento suele darle una “pequeña cosa” que le sirve para comprar la comida.

“Hemos estado sirviéndole de tripas corazón al pueblo”, dice García al tiempo de ir hasta la cocina para dejar los huevos que acababa de comprar para hacer un revoltillo con el que acompañaría los víveres que estaban hirviendo.

Pero a sus cincuenta y dos años García vive veinticuatro horas en el cuartel.

Siempre de servicio, ya que ni siquiera tiene mujer.

Y todo por pasarse la vida “luchando siempre a la voluntad del pueblo” sin pensar en lo mucho o poco que pueda recibir a cambio de ello.

Publicaciones Relacionadas