Bombita de sacar moco

Bombita de sacar moco

A los niños acatarrados les sacan los mocos de la nariz con una bombita de goma en forma de pera. Es el procedimiento habitual para extraer flema de los cornetes y así ayudarles a respirar “a pleno pulmón”. A veces he imaginado que estos “sacamocos” mecánicos podrían tener otras aplicaciones: sacar del alma de los dominicanos tantos rencores inútiles como exhiben en las redes sociales con motivo de la política partidista, de las relaciones dominico-haitianas, la administración de justicia y otros asuntos importantes de la convivencia. Pero no existen fístulas por dónde introducir las cánulas que desalojen prejuicios y rencores alojados por largo tiempo.

A modo de broma pregunté a un amigo ¿dónde crees que habría que aplicar esa bombita en forma de pera? ¿En el cerebro, en el hígado, en el estómago, en el corazón? Contestó que, a su juicio, el problema no estaba en extraer ningún jugo del organismo, sino en inocular alguna substancia química capaz de revolver esa situación general. Entonces, abriendo los ojos y levantando las cejas, afirmó: creo que tendrías que inyectar bondad por vía intravenosa. El problema es que la educación que se imparte actualmente no incluye a Santa Teresa, ni a San Juan de la Cruz. Los jóvenes no conocen ni siquiera los salmos del Antiguo Testamento.

Los salmos de David son pre-cristianos; arrastran por eso un limo terrenal muy conveniente para esta época. En ellos están presentes la lucha política, la ambición de riqueza y notoriedad; incluso sensualidades y perversiones. Pero, ni poesía, ni oración, forman parte de los planes de enseñanza vigentes. Muchos hombres de hoy podrían “respirar” mejor si no tuviesen la tupición de “las flemas” de la mezquindad, del resentimiento, la ambición desmedida. ¿Actuaría la bondad como una proteína soluble?

La “enzima” del bien es un ingrediente básico para inclinar la conducta humana hacia la cooperación social. Por lo menos, eso creían algunos filósofos ingenuos de la antigüedad. Consideraban a la inteligencia una potencia menor que la bondad. La maldad, opina mi amigo, actúa como un “reductor de velocidad”, tanto para la bondad como para la inteligencia. Concluye en que sólo la educación puede “inyectar” el ingrediente que nos libere de los mocos mayores.

 

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