Bonao en sus fiestas patronales

Bonao en sus fiestas patronales

Desde 1962, las fiestas dedicadas a San Antonio, patrono de Bonao, volvieron a recuperar su lugar en las preferencias de la población después de haber estado opacadas y olvidadas por 20 años con las fiestas de San José, cuyo mecenas era un hermano del dictador de la época.
El hermano de Trujillo, Petán, quiso imitarlo e instaló en Bonao su feudo al cual se le doblegaban las voluntades municipales, y en pequeño, llevaba a cabo una labor a la que el dictador dispensaba en sentido general en el país. Desde el centro del Cibao hasta los confines de La Vega con Santiago y hasta Cotuí y Villa Altagracia por el este y el sur, sin atreverse a cruzar por Pedro Brand, era su territorio feudal sujeto a su voluntad que doblegó el espíritu de muchos bonaenses, prefiriendo aislarse en sus casas o irse para otros pueblos.
La historia de Bonao es interesante. Fue el cuarto de los asentamientos urbanos de los españoles de finales del siglo XV. Para el 1500 ya tenía su escudo blasonado con nueve espigas doradas representando su riqueza agrícola y minera. Todavía la riqueza niquelífera no se conocía, tan solo el oro y el hierro de las lomas cercanas en el este y sur del valle del Yuna eran conocidas. La riqueza potencial de la región permanecía oculta a los rudimentarios métodos de explotación de los ambiciosos y desesperados españoles por las riquezas auríferas de las nuevas tierras.
El asentamiento original de Bonao estuvo en las cercanías de Sonador y Yuboa. Piedra Blanca estaba ubicada un poco más al sur y ese enclave duró poco tiempo cuando el oro desapareció tal como el de Buenaventura en lo que hoy es Villa Altagracia. Las enfermedades diezmaron a los descubridores y por muchos años desapareció la ubicación original hasta que de nuevo se volvió a reconstruirla a mediados del siglo XIX, ahora a orillas del rio Yuna casi con su confluencia con el río Masipedro. La comunidad se afincó en la riqueza de la tierra, su abundante agua de ríos y lluvias dando lugar a una próspera comunidad que supo establecerse desde entonces para ir formándose un conglomerado humano orgulloso de sus orígenes y vocación por el trabajo.
Con el conocimiento del oro de Pueblo Viejo, con sus minas a nivel de explotación muy bajos, los geólogos de la ocupación americana de 1916, iniciaron exploraciones más en detalle del macizo montañoso de no más de dos mil metros de altura desde La Vega pasando por Bonao hasta Sierra Prieta en el Distrito Nacional. Esa franja de territorio se conoció como la formación Quisqueya que para 1957 quedó en manos de la minera canadiense Falconbridge. En 1971 se convirtió en el centro de procesamiento del ferroníquel en gran escala con modernas instalaciones y proporcionó trabajo amas de tres mil ciudadanos, algunos provenientes de América del Sur por sus especialidades en la metalurgia y minería. Desde entonces, las instalaciones de Falconbridge, se convirtieron en el crisol de forjar mentes brillantes cuyas capacidades fueron luego a otras plantas mineras tanto nacionales como extranjeras.
Hoy Bonao se acuerda de su patrón San Antonio que se veneraba desde 1858 en una pequeña ermita. Con el paso de los años se convirtió en una espaciosa iglesia construida en 1951 en el centro del pueblo rodeado de parques y edificios institucionales. Tan solo después de 1962, el día de San Antonio, volvió a recuperar su sitial de veneración. Y con el tiempo los ciudadanos emprendieron la actividad de organizar actividades festivas, deportivas y culturales para cimentar unas fiestas rescatadas del olvido por la postergación que las sometió Petán. Este, en su feudo, se manifestaba en una mezcla de generosidades más diversas, pero con humillaciones, abusos y maltratos a la ciudadanía. San Antonio, nacido en 1195, fue un monje portugués muy devoto que murió en 1231 y antes del año de su muerte ya había sido canonizado por la iglesia, es el patrón de las mujeres estériles, de los panaderos, albañiles y protector para encontrar los objetos perdidos. La tradición imponía en este día la distribución de unos pequeños panes por parte de algún devoto agradecido al santo, todos salían de la iglesia con ese obsequio tan significativo para aquellos años de fe ciega y anteriores a la década del 60 del siglo pasado.
Pero las fiestas patronales ya no conservan el sabor y calor de la familiaridad como era en el pasado. Los pueblos, donde esa tradición era esencial para sostener el orgullo de la patria chica, ahora están ahogados por el modernismo y destrucción de la familia. La unidad familiar se quebró y por tanto eso afectó las tradiciones de las fiestas patronales con su sabor original. .

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