Bonao es un pueblo con profundas raíces en la historia. Así tenemos que fue allá donde el Alcalde Mayor Francisco Roldán lanzó el primer grito de rebeldía en América. Grito que fue una protesta, contra las arbitrariedades y ambiciones de la familia de Cristóbal Colón.
De Bonao salió hacia el Bahoruco, don Hernando de San Miguel. Este capitán salió en pos de la paz, intercediendo frente al rebelde cacique Enriquillo. Además en el 1506 se convirtió Bonao, por privilegio real en la Quinta Villa blasonada de este continente. Ahora quiero decir que cuando en Venezuela, Juan Vicente Gómez se identificaba afirmando: Yo no le deseo la muerte a nadie. Yo la ordeno. Y para cumplir lo que decía, tenía Gómez dos antros del terror y de la muerte, que se llamaban San Carlos y La Rotunda.
El patriota Rufino Blanco Fombona conoció en carne propia los horrores de los dos antros. Por eso pudo decir: Es preferible reclinar la cabeza sobre las piedras duras de San Carlos y La Rotunda. Y no lamer las botas de un tirano bestial.
Cuando Rufino Blanco Fombona fue puesto en libertad, viajó hacia Santo Domingo. Con él vinieron sus parientes los Fombona. De ellos Oscar y Haroldo se fueron a vivir a Bonao, con sus respectivas familias.
Gentes acomodadas, decentes y cariñosas, se ganaron los afectos de todos los bonaeros.
Ocurrió que audaces hijos de ese pueblo, organizaron una peligrosa incursión, para explorar unas enhiestas montañas, con el propósito de establecer una ruta, un camino entre Bonao y la fértil Constanza, tierra de frío y de abundancia. Al grupo se unió el venezolano Oscar Fombona, que tenía ánimo y espíritu de explorador.
Los excursionistas pasaron mil calamidades. Y llegó la calamidad mayor, la enfermedad y la muerte de Oscar Fombona.
Bonao siempre recordó a los Fombona, que se marcharon a su tierra, cuando despareció Juan Vicente Gómez el tirano de La Mulera. Ahora voy a tratar el asunto que ha motivado estas palabras. No sé si estoy equivocado, pero pienso que el presidente de la República Bolivariana de Venezuela, el valiente Hugo Chávez Frías, el hombre que ha logrado que el petróleo de Venezuela, sea de los venezolanos. Y repito, pienso yo, que el presidente Chávez por algún medio a su alcance, se enteró de la convivencia que existió entre bonaeros y venezolanos. Y en sus planes de asistencia y munificencia, ordenó la construcción del barrio Simón Bolívar, integrado por cien petrocasas, que debían ser repartidas entre cien familias que por sus apremios las merecieran. Todo se hizo de acuerdo a justa selección, que realizada fue por el embajador venezolano Francisco Belisario Landis.
Pero lo planificado fue controvertido, resultó contrariado por asaltantes y despojadores. Todo fue dañado y trastornado, por gentes no figuraban en el listado de las adjudicaciones. Como bonaero a mi oído suenan los aleteos y los graznidos del cuervo agorero de la vergüenza. ¡Vergüenza siento!