Bonos catástrofe: una cobertura de riesgo
que marcha viento en popa

<p>Bonos catástrofe: una cobertura de riesgo<br/> que marcha viento en popa</p>

NUEVA YORK, (AFP) – El calentamiento del planeta, que despierta temores de ciclones y huracanes devastadores, ha dado lugar al surgimiento de nuevos instrumentos financieros: los “bonos catástrofe” desarrollados recientemente para respaldar a las aseguradoras en sus coberturas de riesgo.

El mercado de estos papeles, más conocidos en inglés bajo el nombre de “cat bonds” se ha disparado durante los últimos años, recuerda Rodrigo Araya, vicepresidente de la agencia de notación Moody’s.

El número de nuevos papeles emitidos representaría en efecto algo menos de 2.000 millones de dólares en 2005, antes del huracán Katrina, contra cerca de 5.000 millones de dólares hoy.

Su origen se remonta a comienzos de los 90, cuando el paso del huracán Andrew por Estados Unidos causó la quiebra de 60 compañías de seguros y motivó a todo el sector a reaccionar.

La transferencia de los riesgos a los mercados financieros se había visto como la solución ideal, pero los “bonos catástrofe” vieron la luz sólo en 1996.    Su principio: los inversionistas, en su mayoría fondos especulativos, suscriben estos papeles, cuyo rendimiento está en relación con su característica de alto riesgo.

Si ocurre un ciclón, un terremoto o un tifón de gran intensidad, los inversionistas pueden perder buena parte o incluso todo el capital que destinaron a estos papeles.

Pero si no ocurre ninguna catástrofe, reciben una remuneración muy atractiva. Para los fondos, se trata de nuevas oportunidades de colocación y una forma de diversificar sus carteras. Aseguradores y reaseguradores ven en estos papeles una oportunidad de precaverse contra la falta de liquidez en el caso de un siniestro de gran magnitud.

Después de 2005, tras el paso del huracán Katrina, que devastó la costa sudeste de Estados Unidos y costó más de 50.000 millones de dólares, la emisión de “cat bonds” no disminuyó nunca, sino todo lo contrario.

“Después de Katrina, los reaseguradores estaban prontos para ofrecer primas particularmente interesantes”, puesto que tropezaban con problemas de liquidez, explicó Rodrigo Araya.

“Los fondos especulativos se vieron estimulados por la perspectiva de retornos muy interesantes sobre sus inversiones”, señaló.

“Como en 2006 no hubo ningún gran huracán, ganaron mucho dinero y la demanda creció”, añadió.

Los riesgos referentes a siniestros fueron una verdadera fiesta para especuladores como Wilbur Ross, un multimillonario estadounidense que construyó su fortuna recuperando empresas en dificultades y recientemente decidió hacer sus apuestas  sobre las catástrofes naturales, para lo cual creó una empresa de reaseguros.

“Apostamos al hecho de que el riesgo percibido es mayor que el riesgo real”, declaró en una reciente entrevista al Wall Street Journal.

Según Mark Azzopardi, responsable del sector de seguros del BNP Paribas en Londres, “el futuro de los bonos catástrofe va a depender de las primas ofrecidas por los aseguradores”. Si éstas siguen siendo elevadas, los ‘cat bonds’ deben seguir creciendo a ritmo sostenido.

El nivel de las primas será definido por la frecuencia y por la magnitud de las catástrofes naturales en los próximos años.

Ante el calentamiento planetario, “el sector de seguros enfrenta hoy el riesgo de una megacatástrofe de 100.000 millones de dólares, dos veces más grave que Katrina”, había advertido en enero Peter Levene, presidente del grupo británico de seguros Lloyd’s.

En marzo, el magnate estadounidense Warren Buffett advertía a sus accionistas sobre el monto de las pérdidas ocasionadas por el huracán Katrina a su sociedad de inversiones: 2.500 millones de dólares.

“A partir de ahora, debemos exigir primas mucho más elevadas para los contratos que cubran las grandes catástrofes naturales”, había concluido Buffett.

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