Para esta semana, el Poder Ejecutivo, vale decir, el presidente Leonel Fernández, vía Consultoría Jurídica de la Presidencia de la República, remitirá al Congreso un proyecto de ley con la finalidad de aprobar US$1,000 mm de bonos soberanos para aplicarlos al rescate de varios programas sociales.

La sola mención de endeudamiento provoca grima en los dominicanos que conocemos las ominosas experiencias de los empréstitos extranjeros desde que el 08-11-1866, el cosmos proditorio del presidente Buenaventura Báez consintió en el compromiso del empréstito con Edward Harmont por cuatrocientas veinte mil libras esterlinas.

Ese empréstito oneroso para el país que representó un dogal que concluyó el generalísimo Rafael Leonidas Trujillo el 24-09-1940 con el saldo finiquito de US$9,401,855.55, y desde el inicio del empréstito Harmont, palabrejas como empréstito, tenedores de bonos y bonos soberanos, contienen un desagrado y rechazo original que se mantiene intacto hasta hoy.

Recordamos que en 2001, el entonces presidente Hipólito Mejía procuró y obtuvo bonos soberanos por US$600 mm que fueron absolutamente criticados por todos los sectores importantes del país, políticos y empresarios.

Consecuencias de los gravísimos percances de la gran crisis económica surgida el año pasado en los Estados Unidos, por los bonos basura del sector inmobiliario, la peor catástrofe financiera de la primera potencia en todos los órdenes del planeta, superior a la de 1929, nuestro pequeño país no es posible entender que salga ileso de ese desastre.

Las recaudaciones fiscales enero-mayo reportan RD$6,400 mm menos que ese mismo período 2008, y mientras el sector privado aconseja prudencia y acudir al FMI con tasas de interés de 8% en vez de 12% los bonos soberanos, tirios y troyanos acusan al gobierno de evadir el FMI para un manejo más discrecional del préstamo, confiando todos en la prudencia y sensatez del gobierno para este caso.