Borra estigma golpista

<p>Borra estigma golpista</p>

CARACAS (AFP).- La oposición venezolana se sacudió del estigma de golpista al optar por una estrategia claramente democrática, con la aceptación inmediata de Manuel Rosales de su derrota, para comenzar a forjar un proyecto político de centroizquierda ante el discurso radical del presidente Hugo Chávez.

Desde el frustrado golpe de Estado de 2002 contra el mandatario reelecto el domingo, Chávez no quita el dedo del renglón afirmando que toda la oposición es golpista y “lacaya” del imperio norteamericano.

La reacción de Rosales, quien tuvo en la sede de su propio comando de campaña gente que exigía salir a la calle a gritar fraude, “libera a un sector de la oposición de un chantaje permanente al cual Chávez lo quiere someter, acusándolo de golpista a sectores que siempre estuvieron en contra del golpe”, dijo a la AFP el politólogo Tulio Hernández. “¡Mentira, mentira!”, le gritaron a Rosales algunos opositores en su propio cuartel de campaña cuando dijo que reconocía que “esta vez nos vencieron” con base en diversos sondeos y proyecciones propias, aunque “con un margen menor” al oficial.

“Lo primero que emerge de la conducta del liderazgo de Rosales es que en Venezuela no existe una oposición sola en singular, sino varios actores de oposición ligados a diversos sectores de sociedad”, dice el analista. El binomio de Rosales y Teodoro Petkoff, un ex guerrillero izquierdista, fundador del Movimiento al Socialismo (MAS), al que fue cercano el vicepresidente José Vicente Rangel, es señalado por los expertos como artífice de una hábil estrategia.

   “La estrategia que se impuso confirma que la mayoría de la oposición ha sido siempre democrática, ajena a una conducta supuestamente golpista, y en cambio más educada y democrática”, dijo Hernández.

   Rosales, Petkoff y el centroderechista Julio Borges, del partido Primero Justicia (liberal), “lograron imponerse por encima de las tendencias extremistas apuntando hacia un proyecto de centroizquierda”, afirma el profesor universitario.

   Los líderes moderados apostaron al camino democrático mientras otros sectores como el partido Acción Democrática (socialdemócrata) y el Comando por la Resistencia —abstencionistas radicales— consideraban que el árbitro no era confiable.

   La “conducta golpista” de un sector pequeño que aprovechó el movimiento masivo del 2002 para llevar a cientos de miles de ciudadanos a una aventura conspirativa, incluso contra la fuerza socialdemócrata, quedó aislada.

   La analista Margarita López Maya, autora del libro “Del viernes negro al referendo revocatorio”, afirma que tras la reelección y el gesto opositor, “es urgente abrir un espacio político”, y explica que los sectores populares votaron por mayor justicia social.

   La pregunta ahora es si Rosales tendrá la fuerza para demostrar lo que conquistó.

   En ese proceso hacia adelante tiene tres resultados en sus manos, enumera Hernández.

   Primero, numéricamente tras las elecciones presidenciales del 2000, logró una votación de casi cuatro millones de personas que no es nada desestimable.

   En segundo lugar es una gran minoría que puede tener mucho peso si es bien conducida en las próximas elecciones legislativas y las de gobernadores y alcaldes.

   Y en tercer lugar, por primera vez desde que comenzó la era de Chávez, que ya lleva ocho años, quienes se oponen al gobierno concentrado en la figura de un líder que ocupa todos los espacios, “tiene una mínima estructura que no sea una federación circunstancial como fue la Coordinadora Democrática”, que impulsó el referendo revocatorio.

   Lo que podría ocurrir es que “se reconstruya una cartografía política que no ha existido en estos tiempos, con una izquierda de centro que haga contrapeso a la izquierda radical hegemónica”, pronostica Hernández.

   Ese escenario permitiría “superar la etapa en la que Hugo Chávez es el único hito que marca el escenario político”.

   Chávez deberá leer ese mapa de ruta posible: “Un sector de la sociedad aceptó su campaña por el amor porque rechaza su pugnacidad, su beligerancia y discurso soez, que logro apaciguar”, puntualiza.

   El cambio en la Constitución para aprobar la reelección indefinida podría así ser la primera batalla en todos los espacios.

   El país queda igual de dividido entre seis millones de oficialistas y cuatro de opositores, el mismo mapa de 2004.

   Chávez tendrá también la tentación de seguir en la pugnacidad: “Cuando baja la pugnacidad, Chávez baja en los sondeos porque su liderazgo mesiánico y casi religioso no da lugar a la razón sino a la excitación permanente y la conexión emocional”, afirma Hernández.

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