Bosch 40 años después

Bosch 40 años después

En el orden social pudiéramos elaborar una especie de fórmula matemática que diga: Hoy es el ayer con un pequeño agregado, mientras que el mañana es la sumatoria de hoy y un poquito más. Cuatro décadas de historia en la vida de un pueblo es un periodo relativamente corto, por lo que los hechos conservan frescura y vigencia.

Es por ello que haremos referencia a una charla radial fechada el 17 de septiembre de 1970, pronunciada a través del programa Tribuna Democrática por el entonces presidente del  Partido Revolucionario Dominicano, profesor Juan Bosch. En dicha alocución decía Bosch: «El PRD se ha conservado como la fuerza política más grande que ha conocido este país no sólo porque sus líderes mantienen a cualquier precio los principios, no solo porque ponemos la moral política por encima de todo, sino también porque no nos lanzamos a dar pasos en falso, y tratamos de dar la pelea para ganarla, no para que el pueblo le pierda la fe».

El 19 de septiembre de ese mismo año de 1970 Bosch sentenciaba: «El pueblo es inocente como los niños, y por eso no se equivoca a la hora de juzgar. Una vez Satanás se dejó crecer el cabello, se puso una barba falsa, se echó una sábana sobre los hombros y se presentó en un bohío haciéndose pasar por Jesús.

 En el bohío estaba de visita un viejo que tenía en el alma más pecados que pejes hay en la mar, y cuando vio esa figura en la puerta se puso tan nervioso que tumbó la silla donde estaba sentado y salió huyendo por la puerta del fondo.

La doña del bohío era muy religiosa y al ver al supuesto Jesús se hincó de rodillas y comenzó a rezar y a llorar de emoción, pero en eso salió un muchachito barrigón, se quedó viendo al recién llegado, y de pronto hizo la cruz con los dedos y comenzó a gritar: “¡Abenuncio, Satanás”! Bueno, ni les quiero decir lo que pasó  ahí, pero el  caso es que del susto que se dio, Satanás abrió un hoyo en las yaguas del techo y por ese hoyo se perdió en las alturas. Cuando la doña volvió en sí, miró, asombrada al muchachito y le preguntó: “¿Pero cómo te diste tú cuenta de que no era Jesús? “Ah”, dijo el niño, “porque le vi las patas y tenía en cada dedo una uñota encorvada”.

El pueblo de este país sabe ver. Al pueblo no lo engaña nadie con barbas postizas, pelo largo y sábana en los hombros; porque además de fijarse en la cara, el pueblo se fija en los pies para darse cuenta de si tiene uñas de gente o tiene uñas de diablo”.

Nosotros agregamos al cuento que el pueblo dominicano también mira si el falso Jesús tiene uñas de gato. Nuestro pueblo, como todo buen médico especialista no solamente percibe, sino que también inspecciona, palpa, percute, ausculta y se vale de otros medios diagnósticos para identificar los agentes causales de su enfermedad para luego proceder a una cura radical.    

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