Bosch, Bush y el Pentagonismo

Bosch, Bush y el Pentagonismo

Siguiendo a Bosch, en sus sabias consideraciones, nos encontramos con otra observación genial sobre el modus operandi del pentagonismo y la forma en que se enquistó en la sociedad norteamericana si general una confrontación con el poder político: «Una vez establecido el pentagonismo, descubrió que podía dejar a los políticos -a los senadores, los representantes o diputados, los gobiernos de los Estados y municipios -entretenidos en los problemas domésticos del país, mientras él operaba en el plano internacional…..Dada la tradición política del pueblo norteamericano, no era posible soñar con un gobierno militar para el país. Pero era posible emplear el poder militar del país más allá de las fronteras».

Resulta nada sorprendente que en las encuestas de opinión realizadas en los Estados Unidos para sondear al público sobre su aprobación a la guerra emprendida contra Irak, la mayoría favoreció la acción, así como favorecieron los bombardeos de Vietnam del Norte en los primeros años de guerra y, justificaron la intervención norteamericana en nuestro país en 1965.

A decir de Bosch, el pueblo de los Estados Unidos se ha pentagonizado por diferentes razones, entre ellas, la admiración hacia las figuras militares como portadores de liderazgo; pero sobretodo por las dádivas, en forma de ingresos cuantiosos que los trabajadores y sus patronos reciben con la operación del complejo militar industrial, así como la gran maraña de contratistas y subcontratistas que se lucran de los proyectos pentagonistas. Si a esto añadimos, las investigaciones que son patrocinadas por el Departamento de Defensa en las instituciones académicas, de las que se benefician tanto los centro educativos, los científicos e intelectuales y las altas sumas invertidas en propaganda, es elemental deducir que una parte importante de la sociedad norteamericana está permeada por el pentagonismo y lo apoya, a otra parte no le importa y lo ignora y, por último, existe una minoría, cada vez más reducida, que se opone abiertamente a la política de agresión pentagonista. Esta minoría, como hemos visto recientemente cada vez está más neutralizada y, en algunos casos es abiertamente acusada de antipatriota.

Con la caída del Muro de Berlín, emblema del derrumbe del campo socialista, el pentagonismo parecía perder su justificación moral: impedir la propagación y el crecimiento del Reino del Mal, como una vez Reagan llamara a la extinta Unión Soviética. Pero para su suerte, se dieron dos acontecimientos que justificaron su permanencia y, eventualmente su fortalecimiento: la invasión de Kuwait por parte de los iraquíes en 1991 y, los atentados terroristas del 11 de Septiembre del 2001. Ambos hechos fueron protagonizados por dos hijos pródigos del pentagonismo: Saddan Hussein, que fue alentado, armado y apoyado para enfrentar a Irán; y Osama Bin Laden, quien , con el apoyo de la CIA, hizo frente con sus talibanes a las tropas soviéticas en Afganistán.

El pentagonismo, ligeramente debilitado por el fin de la guerra fría, hoy se yergue más fuerte y renovado. El ataque a Irak, hace tiempo que había sido planteado como una necesidad por Dick Cheney, actual vicepresidente de los Estados Unidos, Donald Rumsfeld, actual Secretario de Defensa y, Paul Wollowitz, Sub-Secretario del mismo ministerio, uno de los principales ideólogos de este zarpazo contra Irak.

En el capítulo final del libro de Bosch que hemos citados tantas veces en este artículo, se afirma lo siguiente: «Sin duda el pentagonismo es una amenaza para todos los pueblos del mundo debido a que es una máquina de guerra de la misma manera en que los seres vivos necesitan aire y alimento para no perecer».

Nos queda la inquietud de saber cuál será la próxima aventura del pentagonismo una ve concluya la pacificación total de Irak, porque su proceder está lejos de cambiar, hasta el punto de que ya la sociedad norteamericana, como bien lo señala el señor Hughes en su artículo, está viviendo un estado de militarización interna, espionaje generalizado y limitación de las libertades públicas.

Ojalá, que así como nuestro Juan Bosch tuvo la capacidad de analizar, estudiar y desenmascarar al pentagonismo, permitiéndonos en otros tiempos tener una idea de lo que se avecinaba, sus siguientes palabras se conviertan en profecía: «El pentagonismo dispone de una fabulosa máquina de guerra, pero carece de una causa que entusiasme el corazón de los hombres que puedan usarla. Y es en el corazón humano, no en la capacidad destructora de una bomba, donde está la respuesta a las angustias de los pueblos».

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