Bosch, el incomprendido

Bosch, el incomprendido

Reacciones y comentarios de muchos lectores ante mis recientes artículos sobre Bosch y mi recuento del golpe de 1963 en mi libro “Guzmán, su vida, gobierno y suicidio”, me obligan a recordar que el propio maestro me distinguió con su amistad; por su calidez humana le ofrecí cariño, respeto y admiración. Era poco antes del ’90 y brillaba como un sol poniente.

Pero seguía siendo Bosch. Actualmente hay un afán por reinventar su figura controversial y contradictoria. Sus apologistas lucen como reposteros malos que ponen tanto lustre o suspiro encima del bizcocho como si quisieran esconderlo en vez de realzarlo.

Las ideas de Bosch fueron tantas y tan cambiantes que para referirse a ellas hay que aclarar a qué época de su prolífica vida corresponden.

El joven Bosch que salió del país para hacer carrera literaria y aprender de política en Cuba y Costa Rica era una cosa muy distinta a lo que evolucionó luego, tras su Presidencia efímera y nuevo exilio, según confesó él mismo y evidencian sus obras. 

En 1963 los derrotados cívicos y otros derechistas rechazaron ayudar a construir la democracia y conspiraron, pero también el propio Bosch fue políticamente incompetente para lidiar con las complejidades del poder y aceleró el golpe renunciando a la Presidencia.

 Nada excusa su derrocamiento pero él mismo hizo poco para evitarlo.

La compleja e intensa personalidad de Bosch, a mi juicio, no ha sido estudiada con la seria frialdad que amerita.

Aún pese a sus extravíos marxistas, haber renegado de la democracia y abstenerse de ir a elecciones, su estrafalaria tesis de “dictadura con apoyo popular” y su aversión hacia muchos de sus antiguos favoritos, las virtudes y méritos de Bosch hacen de él un coloso de la política criolla.

No sólo creó y presidió los mayores partidos, el PLD y el PRD, sino que ha sido el líder de masas con más clara consciencia ética acerca de cómo y por qué a los funcionarios y políticos debe exigírseles honestidad y pulcritud en la administración del Estado y los partidos. 

Lo mejor del inmenso Bosch, lo más paradigmático dentro de su poliédrica personalidad, es quizás su inequívoco rechazo a la corrupción, rasgo constante que lo acompañó a través de sus mutaciones, y su genuina sensibilidad social. Intolerante en vida, la eternidad le hace resistente a todas las críticas y resbaloso ante los ditirambos.

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