Bosch en la memoria

Bosch en la memoria

Uno de los rasgos principales que distinguen a los seres humanos del resto de las especies animales es la capacidad de almacenar y preservar la memoria a través de varias generaciones.  Ni los gatos ni tampoco los monos pueden transferirle sus experiencias vividas a una cuarta generación excepto alguno que otro gen mutado al azar.

En cambio, nosotros a través de la escritura y otras formas permanentes de comunicación podemos dejar constancia o testimonios que con el transcurrir del tiempo se convierten en valiosas fuentes históricas que ayudan a una mejor adaptación para así conseguir una mayor cantidad y calidad de vida.

Conocer los procesos que han conducido a la humanidad a lo que es hoy nos permite trazar planes a fin de lograr cuanto ansiamos ser mañana.

Juan Bosch Gaviño fue un hombre excepcional, un autodidacta cuyas energías vitales fueron dedicadas en cuerpo y alma a servir a su pueblo. Estudió con profundidad los orígenes de las naciones caribeñas y su directa relación con la Europa de esa época. El libro “De Cristóbal Colón a Fidel Castro: El Caribe Frontera Imperial”  debiera ser un texto obligado en  las escuelas conjuntamente con la obra “Composición Social Dominicana”. Los aportes de Juan Bosch en favor de una mejor suerte para todos los dominicanos constituyen una siembra cuyos frutos en concreto todavía la gran masa popular no ha saboreado.

Existe un paralelismo entre la vida de don Eugenio María de Hostos  y el comportamiento de don Juan.  Tanto admiró Bosch al maestro puertorriqueño que llegó a escribir: “El hecho más importante de mi vida hasta poco antes de cumplir 29 años fue mi encuentro con Eugenio María de Hostos, que tenía entonces casi 35 años de muerto… Hasta ese momento yo había vivido con una carga agobiante de deseos de ser útil a mi pueblo y a cualquier pueblo, sobre todo si era latinoamericano, pero para ser útil a un pueblo hay que tener condiciones especiales, ¿y cómo podía saber yo cuáles eran ésas y cómo se las formaba uno mismo si no las había traído al mundo, y cómo las usaba si las había traído? La respuesta a todas esas preguntas, que a menudo me ahogaban en un mar de angustias, me la dio Eugenio María de Hostos 35 años después de haber muerto.

Si mi vida llegara a ser tan importante que se justificara algún día escribir sobre ella, habría que empezar diciendo: Nació en La Vega, República Dominicana, el 30 de junio de 1909, y volvió  a nacer en San Juan de Puerto Rico a principios de 1938, cuando la lectura de los originales de Eugenio María de Hostos le permitió conocer qué fuerzas mueven, y cómo la mueven, el alma de un hombre consagrado al servicio de los demás”.

“Servir al Partido para servir al pueblo” fue el lema que Bosch le repitió a sus discípulos. Hoy, aunque arenga del pasado, sigue martillando la conciencia  de los peledeístas, a unos como un tintineo alegre de campana y a otros como viento de huracán que los aleja cada día más y más de la memoria histórica del líder y maestro de ayer, de ahora y de siempre.

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