Bosch en Santiago, el 30 de marzo

Bosch en Santiago, el 30 de marzo

Vamos a hablar de la celebración del ciento diecinueve aniversario de la Batalla de Santiago. O sea, lo que ocurrió en Santiago el 30 de marzo de 1963, siendo presidente el profesor don Juan Bosch. En esa ocasión, para la transmisión de los actos conmemorativos de la gloriosa efeméride del 30 de marzo de 1844, hacia la ciudad del Yaque viajamos el locutor Jahr Ferreira y este servidor (JANF).

Con don Juan en la celebración de ese aniversario patrio, todo sería distinto a las cosas que se hacían cuando Trujillo asistía. Pues sin dudas que entonces, el realmente homenajeado era él. Además, cosa cierta resulta que los desfiles con unas milicias que eran propiedad de Trujillo no era para tributar homenaje a los héroes del 30 de marzo de 1844 sino a Trujillo, que era un anti-héroe.

Con el presidente Bosch, todo tenía que resultar diferente, todo tenía que constituir una auténtica antítesis. El 30 de marzo de 1963 en Santiago hubo dos actos. El primero, que fue sencillo y sin rimbombancia, tuvo acaecimiento en los salones de una sociedad cultural. Hubo un solo discurso que fue pronunciado  por el licenciado don Adriano Reinoso. De ahí nos trasladamos al llamado Parque Imbert, antes nombrado Fuerte Dios.

Ahí se encontraban instalados los micrófonos de Radio Santo Domingo TV (Antigua La Voz Dominicana TV).

El único orador era el Señor Presidente de la República. Don Juan, verdadero señor del bien hablar. Hizo un relato de lo sucedido el día que se celebró la importante Batalla de Santiago al hacer mención del héroe máximo de la épica jornada, que lo fue el general José María Imbert. Al pronunciar el nombre del bizarro triunfador, señaló que precisamente a su diestra tenía a un descendiente directo del mencionado paladín. Y especificó que ese descendiente, también héroe de la patria, lo era el general don  Antonio Imbert Barrera.

Acabó el Señor Presidente su relato histórico. Y entonces pasó a enfocar algunas de las importantes tareas que por delante tenía el gobierno del PRD. Destacando en primer lugar el problema que representaba en el país la injusta distribución de la tierra. Lo cual, para el gobierno, resultaba muy serio, porque aquí se imponía la realización de una reforma agraria civilizada y justa.

Esa fue la de Troya, porque un joven de estentórea voz gritó a toda garganta: “Usted está equivocado. Esas son mentiras suyas. Aquí la reforma agraria la va a hacer el Catorce de Junio”. Ante tal monserga, el Presidente cortó el hilo de su discurso y se puso rojo como un jitomate. Entonces Jahr Ferreira, con su habitual parsimonia, y dueño como lo era de dotes clericales, adquirida merced a su larga permanencia en el Seminario Conciliar, arregló el entuerto y dio muchas excusas. Don Juan se decidió a proseguir su discurso. Hay que decir que los gastos de la fiesta patria fueron asaz reducidos. No hubo desfile tipo Trujillo. Don Juan no podía darse el lujo de poner a exhibir las armas. Eso cuesta mucho.

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