Bosch, pentagonismo y mafias globalizadas y locales

Bosch, pentagonismo y mafias globalizadas y locales

Conmueve  y enternece la “conclusión” a la que arriba Juan Bosch en su profética tesis “Pentagonismo, sustituto del Imperialismo”, donde destaca cómo grupos de poder bancario, industrial-militar y político, conforman corporaciones  mafiosas, que sustituyen y sobrepasan la otrora poderosa maquinaria de las empresas transnacionales, utilizando mecanismos de dominación legales e ilegales, civilizados y criminales, para explotar a sus propios pueblos (preferentemente). Bosch explica que para enfrentar esos poderes devastadores entronizados en las metrópolis del capitalismo salvaje, él confía en el corazón del hombre.

No en las bombas (ni en otras fuerzas militares o bancarias). “Es en el corazón humano (…) donde está la respuesta a las angustias de los pueblos” (página 72). También consterna, pues pareciera  declarar la impotencia  de las fuerzas sociales obreras y populares. A menos hagamos caso a Jesucristo quien hace 2,000 años predicó que la transformación de la humanidad solo era posible cambiando nuestros endurecidos corazones.

Si Bosch veía tenebroso el futuro de nuestros países a causa del Pentagonismo norteamericano, ahora tenemos reproducidos e instalados en nuestros territorios, corporaciones de intereses que incluyen políticos y empresarios, comunicadores y bufetes financieros y legales (etcétera), actuando en contubernio con grandes corporaciones supranacionales provenientes de diferentes latitudes, no siempre afines a Norteamérica; organizaciones altamente estructuradas y tecnificadas, que compran una amplia base de legitimidad mediante mecanismos tradicionales de lealtad, como las relaciones particularistas, de parentesco y nepóticas, caudillistas y clientelistas. Tejiendo una red social que atrapa y frustra las iniciativas de trasformación o subversión del sistema de dominación establecido.

Ante este portento, contrastan un Estado débil, institucional y económicamente, una clase empresarial y las clases medias, carentes de cohesión social y de propósitos comunes. Con el trasfondo de una sociedad que nunca ha existido, ni en cuanto a estructura y ordenamiento, ni en cuanto a propósitos, cultura e identidad comunes.

Frente a ello, los políticos y demás tipos de actores sociales, individuales o colectivos, carecen de recursos y condiciones técnicas y subjetivas  necesarias y suficientes para adelantar o patrocinar proyectos  de transformación de la realidad social. En ese recuadro,  brillan por su nivel de absurdo e insania las agrupaciones políticas de oposición. Partidos reformistas y revolucionarios  que no revolucionan ni reforman cosa alguna (partidos de liberación que esclavizan).

Sería como esperar mangos del jobo que cualquier gobernante de turno se decidiese a avanzar un proyecto radical serio,  sin tener dónde apoyarse, pues lo único sólido y fuerte que existe en nuestra sociedad son esas corporaciones  corruptas, responsables del desastre moral y económico. A no ser que en el corazón del gobernante se levante una llama justiciera y patriótica, comprometida con el plan de Dios. “La libertad de América nace del hueco de unos  zapatitos rotos”, de unos piececitos descalzos (decía del Cabral)…y de la Palabra Liberadora (dice Pedro): “A quién iré Señor, sino a ti”,… solo tú tienes palabras de  justicia y salvación. Si Bosch hubiera intimado con Cristo habría dicho: “Trabajemos el corazón del hombre, pues solo desde éste puede transformarse la humanidad”.

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