Confieso que he leído la biografía de Juan Bosch de forma subrayada. He leído y he escuchado a los que le adversaron. Y he deglutido a los Intelectuales visibles que se han ocupado de escribir parte de su historia como político, escritor, intelectual y educador social. Socialicé algunos momentos con Bosch, y le escuché decenas de veces en los medios, confrontando conflictos y estresores psicosociales a los que se expuso.
En mi condición de psiquiatra y estudioso de Psicopatobiografía sobre las personalidades que han incidido en los procesos político-social del país, desde la primera República hasta la desaparición de Balaguer y Bosch.
He estudiado la personalidad, el temperamento, el carácter, los rasgos y las influencias de la crianza familiar y social de Juan Pablo Duarte y Juan Bosch; sus comportamientos, sus actitudes emocionales, sus defensas psicológicas y su forma de reaccionar, pensar y actuar, en los diferentes escenarios. Duarte sigue siendo el político de la personalidad más sana, más funcional, de mayor referencia psicosocial y de identidad, de sentido de trascendencia del país; con la dinámica familiar de mayor Influencia en su estructura personal. De ambos presentaré una Psicobiografía.
De Bosch no aparece en todo el desarrollo de su curva vital ningún proceso ni alteración mental, ni trastorno en su personalidad, ni de alteración Psico-emocional que hablen de episodios depresivos, con ideas ni intento de suicidio, ni de conductas inadaptadas o disfuncionales que no fueran congruente con sus ideas, sus propósitos y sus valores. Bosch tenía un temperamento sanguíneo-colérico, con rasgos obsesivos y un carácter fuerte, con respuestas emotivas y actitudes psicorigidas cuando se le abordaba sobre el rompimiento de lo moral, lo ético o de las normas establecidas, del orden, los valores que él asumía, defendía y creía.
Bosch poesía un “Súper yo” -la parte moral y ética- que estaba más dimensionado y reforzado en su comportamiento, que la necesita auto-gratificante, narcisista, y pescador de beneficios personales. Además, de una Identidad Psicosocial empoderada, y un “Yo” caracterizado por una fuerte conciencia y una Inteligencia espiritual que, junto a la motivación social hacían de su vida un ser preñado de altruismo y de espíritu colectivista. A Bosch no le traicionó el miedo, ni la falta de habilidad, ni destreza social, ni la incapacidad de gobernar, ni el desconocimiento de la sociedad dominicana. Sencillamente, su estructura de personalidad le imposibilitaba ser pragmático, negociar, dividir, utilizar, chantajear, cambiar, asesinar, robar y practicar el “dejar hacer y dejar pasar” o salvar las circunstancias, para salvarme yo. Para hacer esas cosas hay que tener rasgo de personalidad antisocial, narcisista, egocéntrica, pasivo-agresivo o adicto al poder. Repito, Bosch tenía una salud mental equilibrada y sana; con un sentido de utilidad, de transcendencia y de existencia bien asumida.
Una persona así no piensa, ni habla de suicidio, ni tampoco se suicida. Literalmente, Bosch fue víctima de la patología social dominicana, y aún sigue abortado y negado como modelo de referencia político-social sano por los sectores conservadores y de luz corta.
En cada circunstancia político-social negativa que Bosch confrontó, las salidas conductuales eran: ceder, retirarse, confrontar, resistir, renunciar, luchar y renovarse. Nunca asumía la culpa, la victimización, el autodesprecio, la autoagresión o las actitudes emocionales negativas. Una persona con ese perfil no se suicida.