A 47 años del derrocamiento del presidente Juan Bosch, muchos dominicanos, intelectuales, historiadores y políticos no han podido comprender sobre los indicadores reales que se reprodujeron de manera escalonada sobre el Golpe de Estado del 25 de septiembre de 1963.
Ese golpe contra la democracia, contra el pueblo y contra Bosch lo produjo la patología social dominicana. Hablar de patología es hablar de enfermedad, de algo disfuncional, de un trastorno y de una condición sicosocial que afecta a la personalidad, el carácter, la mentalidad y la forma de socializar la vida, la conducta y el comportamiento.
Esa patología social se expresa a través de cada fenómeno histórico-social de la República Dominicana, donde el pensamiento liberal o las personas más sanas desde el punto de vista sicosocial y moral no llegan o no se mantienen en el poder, dado el aprendizaje sicosocial patológico de que, para mantenerse en el poder de la patología, hay que dejar hacer y dejar pasar.
Hay que practicar corrupción, despotismo, clientelismo, transfuguismo, homicidios, conductas inmorales e impunidad, que se traducen en la mentalidad del pesimismo dominicano como habilidades políticas, agilidad mental, estrategias y tácticas políticas políticos exitosos, etcétera.
Esa patología marcada por la falta de identidad, conservadurismo, entreguismo, sumisión, mitad anexionista, mitad colonia y colonialista de cuerpo entero. Pero además, un país preñado de racismo, prejuicios, exclusión social, pobreza y de luz corta, fue la que abortó a Juan Pablo Duarte e hizo posible a Pedro Santana.
Esa patología no dejó llegar a Espaillat, a Billini, a Hostos, a Bonó, ni a Bosch, ni a Peña Gómez. Mas bien, la patología social dominicana sí permite llegar y mantenerse a las personas más disfuncionales y patológicas: Santana, Buenaventura Báez, Lilis, Trujillo y Balaguer.
La personalidad de Juan Pablo Duarte, la de Juan Bosch, estaban constituidas de una sólida identidad sicosocial resuelta y asumida, y un yo caracterizado por una fuerte conciencia entre el pensamiento y el sentimiento de utilidad social, apoyado en una consolidada estructura del super yo que es la parte moral y ética de la personalidad que junto a los valores y la espiritualidad hacían de Bosch la diferencia obligada.
No es la rigidez, ni la falta de tacto político de Bosch lo que produce el golpe de Estado; es su estructura moral, su conciencia, y su sentido de altruismo social que le lleva a no hacer lo incorrecto.
Para sintonizar con las fuerzas vivas, la forma de hacer política y practicar lo resultado del éxito político hay que aprender las habilidades de Báez, Trujillo o Balaguer.
Sencillamente, esa patología ha reproducido un carácter sicosocial del dominicano que lo lleva siempre a la tendencia conservadora, individualista, indiferente, enajenada, de negación a hacer lo correcto y anémica en el obrar para bien colectivamente.
De forma tal que desdice de los indicadores de una sociedad sana: aquella que favorece bienestar, equilibrio y la equidad de manera duradera a sus ciudadanos y logra convertirlos en agentes de cambios para la felicidad, la razón y la dignidad, que es donde se crean los sentimientos sanos.
Bosch no produjo su propio golpe, no fue poco hábil o poco inteligente, sencillamente no quiso formar parte de la patología social, de hacer lo mismo de siempre, de practicar los mismos hábitos de las dictaduras y de los grupos sociales dominantes, que siempre se entienden con los compartimientos disociales, con las prácticas perversas y con las conductas insanas.
Juan Bosch no podía hacerlo, no era un hombre pragmático, mediático, despersonalizado, ni egocentrista, ni narcisista, donde solo le importa llegar y mantenerse, al estilo de Báez, Trujillo y Balaguer.
Esa patología abortó la Constitución de Moca del 1854, abortó la del 1963, abortó a todo el pensamiento liberal sano, moral y ético.
La historia dominicana está parida de que para gobernar la sociedad dominicana hay que ser o patológico o sintonizar con la patología social de los grupos más perversos y más disfuncionales que tenemos en cada proceso social, hagan memoria. Bosch fue víctima de esa patología social.