Bosch y Balaguer… Borrón y cuenta nueva

Bosch y Balaguer… Borrón y cuenta nueva

FABIO RAFAEL FIALLO
El vibrante homenaje que nuestro presidente rindió hace poco a la figura histórica del Doctor Balaguer constituye la culminación lógica, inexorable y previsible de un proceso que habría de llevar a la simbiosis de los legados políticos de Juan Bosch y Joaquín Balaguer.

Antes de entrar en materia, conviene hacer referencia brevemente al paralelismo que nuestro presidente estableció en esa ocasión entre Juan Carlos de España y el Doctor. Semejante paralelismo no resiste a nuestro juicio los embates de la objetividad. Pues a diferencia de Balaguer durante la nefasta Era, el actual rey de España nunca desempeñó funciones en la dictadura  franquista que hubieran podido convertirlo en cómplice de la misma. A diferencia de Balaguer, el rey de España nunca ha permitido la corrupción con el fin de afianzar su poder. A diferencia de Balaguer, el rey de España nunca ha mostrado una complaciente pasividad ante los crímenes de fuerzas presuntamente incontrolables. Y a diferencia de Balaguer, el rey de España nunca ha sido acusado de patrocinar fraudes electorales o impedir que un candidato ungido por el sufragio popular asuma su mandato.

Luego de esas consideraciones marginales, podemos ir a la cuestión esencial: ¿en qué consiste el proceso de simbiosis entre Bosch y Balaguer al que acabo de aludir? Helo aquí.

En la segunda mitad del siglo pasado, nuestro país fue el escenario de dos avatares de un mismo “Borrón y cuenta nueva”.

El primero, lanzado en 1961 con el fin de ganar el apoyo de la poderosa maquinaria trujillista, contribuyó a que permaneciesen impunes los crímenes de la dictadura  y  facilitó la rehabilitación política de Joaquín Balaguer.  El segundo, plasmado en la alianza electoral de Balaguer y el PLD en 1996, implicó pasar a la cuenta de pérdidas y ganancias el martirio de los más de tres mil dominicanos que, después de haber combatido en su mayoría por la causa constitucionalista en la Revolución de Abril, cayeron asesinados por las “fuerzas incontrolables” que durante los doce años sembraron el terror.

Ese segundo “Borrón y cuenta nueva” fue a decir verdad la consecuencia natural del primero. Pues el escrúpulo moral que hubiera impedido mancomunar fuerzas con Balaguer en 1996 había quedado sacrificado previamente ante el altar de la conveniencia política por aquel primer “Borrón y cuenta nueva” que permitió a los cómplices de la tiranía escapar a la justicia.

Así rebasados en 1961 los estorbos de orden ético, los acólitos de Bosch se lanzaron a la conquista de otras metas de la indiferencia  y el olvido cuando, en  1996,  nuevas consideraciones electorales y estratégicas les empujaron a hacer caso omiso, ya no de mártires más o menos remotos y desconocidos, sino de quienes habían luchado en la contienda de abril al lado de figuras del boschismo, compartiendo con éstas pertrechos, vicisitudes y esperanzas, cortejando día tras día el espectro de la muerte, cumpliendo  fielmente las orientaciones que su líder transmitía desde Puerto Rico, y cuyas vidas se vieron ulteriormente, bajo el régimen de los doce años, segadas por los pelotones de la desolación.

Detengámonos aquí un segundo, caro lector. Es menester.

¿Es que la jerarquía del PLD, al proclamar el nacimiento del “Frente Patriótico” de 1996, pudo expulsar de la memoria la imagen de antiguos camaradas que, tras haberse batido en 1965 en aras del retorno al poder del Profesor, desaparecieron durante los doce años de triste recordación?

En los instantes en los que ese pacto fue sellado, ¿acaso pudo dejar de estremecerse el sosiego espiritual de sus promotores en el seno del PLD frente al recuerdo lancinante de aquellos camaradas caídos durante el régimen del mismo Joaquín Balaguer con quien se unía el partido de Bosch?

En ese momento paroxístico del comercio político, ¿podía pasar desapercibido el silencio ensordecedor, proveniente de ultratumba, de los mártires de los doce años que, sin palabras y sin ruido, con su sola ausencia, y por el recuerdo que ellos suscitaban en sus antiguos compañeros de lucha, pedían, reclamaban, exigían: “No nos olvidéis”?

Denunciando a los líderes franceses que, en 1871, después de haber arengado al pueblo dieron la espalda a las víctimas de la Comuna de París, Alejandro Dumas hijo calificó dichos líderes de “políticos de parodias y ladridos que levantan barricadas y dejan luego a los otros matarse detrás de ellas”.

Frase ésta que, por las razones aquí expuestas, se aplica muy desafortunadamente a nuestro país.

Vale igualmente la pena destacar que a partir del Frente Patriótico se desató una encarnizada competencia entre partidos tradicionalmente adversos a Balaguer, los cuales se desbocaban en manifestaciones de elogio o simpatía hacia él con el fin de adquirir un apoyo o ventaja cualquiera de su parte.  Fue así como el Doctor llegó a ser declarado, en lo que equivalía a una segunda muerte de los mártires de la Era y de los doce años, “Padre de la democracia dominicana” por un congreso dominado por el PRD.

Quedó así demostrado con absoluta claridad que el “Borrón y cuenta nueva” lanzado en 1961 en beneficio de los cómplices de la tiranía trujillista no podía ser una inocua consigna electoral sin efectos de larga duración.  No, el  Pacto Patriótico más la designación de Balaguer como padre de nuestra democracia prueban hasta la saciedad que el banalizar crímenes políticos a cambio de ventajas momentáneas es un método consubstancial a la escala de valores que el primer “Borrón y cuenta nueva” insufló a la política de nuestro país.

¿Quién puede, en esas circunstancias, sorprenderse del vehemente homenaje que nuestro actual presidente acaba de ofrecer a la memoria del Doctor? A esto añádase que fue Juan Bosch quien había afirmado que saber gobernar se reduce a “mantenerse en el poder”, oficio en el que Balaguer sobresalió.

Añádase además que, como explico en mi artículo “Copérnico y trujillismo” (Hoy, 29 de junio y 18 de julio de 2006), nadie ha contribuido a la banalización del trujillismo con mayor éxito que el Profesor.

Por todo ello mantengo sin ambages que el presidente Fernández no contraviene ni al legado, ni a los principios, ni al alma del boschismo cuando organiza, promueve y encabeza una entusiasta ceremonia en honor del Doctor.

Del “Borrón y cuenta nueva” de 1961 al Frente Patriótico de 1996, y de ahí al homenaje a Balaguer de 2006, no existe ruptura  alguna  sino,  al contrario,  una  imperturbable continuidad que da por resultado la simbiosis, encarnada hoy con el esmero del epígono por nuestro presidente, de los dos personajes que han configurado por espacio de cincuenta años la vida pública del país. Como demostraremos sin embargo en un próximo artículo, existe una concepción radicalmente diferente de hacer política que ha quedado sepultada, por el momento, en los  escombros  inexplorados de nuestra historia. Hasta entonces, amable lector.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas