Bosch y la educación

Bosch y la educación

El cerebro humano pudiera compararse con la piel del ganado vacuno en el sentido de que registra como cicatriz indeleble la quemadura de tercer grado generada durante el cruento proceso del estampado.

El niño almacena en su memoria y casi de por vida las incidencias relevantes de su infancia, en tanto que muchos acontecimientos de la adultez tienden a olvidarse con el transcurrir del tiempo.

 Siendo un adolescente comencé a escuchar las charlas radiales del profesor Juan Bosch a inicio de la década de los sesenta del siglo pasado.

Contrastaba el tono y estilo de su voz con la dureza y crueldad de un dueto de La Voz Dominicana de 1959 en donde un locutor mencionaba el nombre de uno de los expedicionarios del 14 y 19 de junio, en tanto que su otro siniestro acompañante acentuaba la gravedad y la altura del sonido para repetir la escalofriante palabra  ¡MUERTO!

Bosch deleitaba con su sosegada y articulada voz; sus charlas radiales eran una real escuela radiofónica para el pueblo que le escuchaba con el corazón henchido de esperanza y la mente ávida de conocimientos.

Una década más tarde habría de conocer en persona a quien pronto se convertiría en mi eterno mentor y guía.  Aquel hombre de carne y hueso era sencillo y nítido en el vestir, tan franco y sincero que en lo inmediato generaba confianza y afecto en el interlocutor. Lo más impresionante fue la extraordinaria coherencia entre el ser que escribía y hablaba en el micrófono con el compañero  a quien veía de frente en la realidad.

Admito que más por respeto y admiración aceptaba de inicio uno que otro planteamiento que don Juan solía emitir.  Recuerdo una ocasión donde nos dijo: “Nuestro pueblo es inteligente pero le hace falta mucha educación”. Mi pobre imaginación no lograba conciliar una inteligencia sin educación.

Mantuve silencio de palabra pero en mi interior había un ruido tormentoso, así me fui a casa y sin proponérmelo entre en meditación profunda.

Cual haz de luz que brota de las tinieblas me vino a la mente la imagen de mi padre; nunca asistió a una escuela y sin embargo aprendió a manejar las matemáticas por cuenta propia, era el consejero de la comunidad y resolvía problemas que muchos letrados no podían solucionarlo.

Bosch tenía la razón, inteligencia y educación no eran sinónimos. El pueblo dominicano era inteligente pero urgentemente había la necesidad de suministrarle el pan de la educación.

Trujillo  había martillado en la cabeza de los dominicanos la falsa creencia de que éramos un conglomerado de ricos.

Juan Bosch nos quitó la venda de los ojos haciéndonos ver lo pobre y atrasado que éramos como pueblo.

El Partido de la Liberación Dominicana, creación del profesor Juan Bosch, tenía como misión fundamental completar la obra inconclusa de Juan Pablo Duarte. Pero era perentorio educar a sus miembros y al pueblo en torno a su historia y metas futuras.

Si una sola palabra fuera permitida para definir a don Juan ella sería sin duda alguna la de MAESTRO.

Ese mentor abonado por Hostos y Martí propondría como asignación prioritaria para su pueblo mayores y mejores atenciones en el campo educativo. Con la educación vienen la salud, el trabajo y el bienestar colectivo.

A un pueblo educado no le amenazan ni asustan la pobreza ni el cólera, ni tampoco le embadurnan el crimen y la corrupción. 

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