Bosch y Trujillo: 1929-1938

Bosch y Trujillo: 1929-1938

REYNALDO R. ESPINAL
En más de una ocasión he pensado en la difícil coyuntura de los intelectuales ante la inminencia de quien un docto amigo, ha denominado «El huracán Trujillo». No he escrito sobre ello un sólo ensayo, pero no desconozco que el enjuiciamiento de este fenómeno necesita de muchas precisiones. ¿Quién le sirvió por convicción, y quién por conveniencia?, y lo que es más fuerte aún, ¿quién le sirvió para garantizarse las tres calientes, fiel al clásico principio latino de que primero es vivir y después filosofar? ¿Cómo delimitar las adhesiones reales de las postizas?

Desconfío de los análisis ligeros que se ocupan de las relaciones del intelectual con el poder; quien pretenda enjuiciar la labor del intelectual no debe hacerlo al margen de sus condiciones materiales de existencia, lo cual se agrava si quien enjuicia disfruta de apreciables remuneraciones en dólares, y se convierte en censor de la conducta moral de compañeros de oficio, muchos de los cuales se ven impedidos de accesar a una cátedra universitaria o a un trabajo independiente y digno. Antes que juzgar es preciso comprender.

Y a tenor de lo antes afirmado, he pensado muchas veces en las relaciones del profesor Bosch con Trujillo y el Trujillismo, antes de 1938, en que parte hacia el exilio a combatir la tiranía.

Intelectual clarividente, fue capaz de predecir, con sólo 20 años, la sombra de oscurantismo que sobre la Patria se gestaba. Produce asombro su artículo publicado el 16 de Junio de 1929 en el Periódico El Mundo, titulado «Los dos caminos de la hora», a raíz de la modificación constitucional que validó los aprestos continuistas de Horacio Vásquez.

Afirmaba, en el precitado artículo: «…Es innegable que en la Mansión Presidencial se está gestando una tiranía que amenaza al pueblo dominicano…». Advirtió que la ambición de Horacio Vásquez y sus áulicos entrañaba para el país horas de dolor y pesadumbre, por lo que sólo eran dables a los dominicanos la escogencia de dos caminos contrapuestos: «…cruzarnos de brazos y ver pasar la tragedia de una tiranía o cruzarnos en el camino, en una grandiosa manifestación de civismo a esperar que nos deshagan las patas del monstruo que amenaza».

El, por supuesto, tenía muy claro el camino, pues concluía diciendo: «vale más, innegablemente, morir libres que vivir esclavos».

¿Los desaciertos del régimen horacista, reedición de las inveteradas mañas caudillistas, sembraron en su ánimo la convicción de que el país precisaba de un régimen de fuerza que pusiera fin a la corrupción y al desorden, práctica inveterada de nuestra manigua dibujada por él con trazos inmejorables en su obra «La Mañosa», publicada en 1936.

En un artículo publicado en el Listín Diario en Abril de 1935, escrito a raíz de uno de los intentos por asesinar al tirano, afirmaba: «…Muerto Cáceres, por la Presidencia de la República pasaron hombres honestos, hombres ambiciosos, hombres puros, caudillos y caciques. Lo que no había pasado por ella, hasta hace cinco años, era un jefe. La República se dolía por ello…».

Y agregaba: «…A nosotros nos hacía falta un jefe…Debía tener, sobre todas las cualidades, dos esencialísimas: energía desbordante y conocimiento de nuestras necesidades. El movimiento del 23 de Febrero, mar de fondo sin trágicas consecuencias, pero de gran valor histórico, demostró algo innegable: Trujillo era ese Jefe…».

Después de su ruptura con el régimen al marcharse del país en Enero de 1938, es evidente que el notable escritor pasaría a formar parte de los enemigos del dictador. Resulta difícil precisar qué pesó más como razón de su partida: la matanza haitiana de 1937 o el interés de Trujillo de ganarlo para su causa nombrándolo diputado. El deseo de Trujillo se lo había hecho partícipe Mario Fermín Cabral, con quien Bosch laboraba desde 1935 en la Dirección General De Estadísticas, y ello parecía obedecer a un plan, pues desde Noviembre de 1937 Bosch había sido ascendido a jefe de Información de dicha Dirección General.

La propaganda del régimen lo tildó como el «Señor de Alaska», expresión que tiene su origen en una carta que le enviara Bosch a Emilio Rodríguez Demorizi, Héctor Incháustegui y Ramón Marrero Aristy el 14 de Junio de 1943, al momento de encontrarse en La Habana. En ella les expresaba: «Ustedes se van mañana, creo, y antes que vuelvan al país quiero escribirles unas líneas que acaso sean las últimas que produzca sobre el caso dominicano como dominicano. No digo que algún día vuelva sobre el tema, pero lo haré ya a tanta distancia mental y psicológica de mi patria nativa como pudiera hacerlo un señor de Alaska».

Dicha carta junto a la respuesta de sus destinatarios fue publicada por el régimen en Julio de 1943, con el título «Para la Historia: dos cartas».

Cuando era niño y comenzaba a estudiar la historia de mi patria, recuerdo que más de un profesor me expresó que Bosch había sido siempre antitrujillista. Ya adulto he podido comprobar que no fue así, lo que no es óbice para considerarlo uno de nuestros políticos y escritores más ilustres. El hombre, como afirmaba Ortega, es él y sus circunstancias.

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