¿Botar el golpe o tratar el golpe?

¿Botar el golpe o tratar el golpe?

RAFAEL ACEVEDO
La práctica de salir del trabajo a tomarse un refresco, un café, una cerveza o unos tragos es muy popular entre los hombres de muchos países. Los amigos suelen reunirse a conversar sobre el diario vivir, jugar dominó o mirar el juego de pelota. Existen desde siglos los «pubs» de Inglaterra, las tascas españolas, equivalentes en cierto modo a los «colmadones».

Sin duda estas tertulias son gratificantes y sirven para mantenerse al día de los acontecimientos, novedades, y cosas de moda, que dan vigencia y status. El conocimiento siempre ha servido para aumentar la capacidad de supervivencia y adaptación, como el manejo de ciertas informaciones ha sido útil para obtener influencia y prestigio. Al punto de que muchos viven de esas relaciones y manejos que se adquieren por «estar en el medio».

Sin embargo, existe gran riesgo de que la estima social y el placer que se persiguen no sean logrados, sino que el resultado sea un deterioro físico, psíquico y social del individuo. Estos ambientes desgastan tanto por la ingesta de bebidas, el cigarrillo, (aún sin fumarlo), como por el stress que genera la competencia entre contertulios, que no escapa a la crueldad que suele subyacer en estos lugares.

Peor aun, «botar en golpe», como se dice, puede convertirse en conducta viciosa, con dependencia crónica del grupo y del ambiente. Si se persigue quitarse la amargura de un problema laboral, emocional o financiero, es probable que después de la chercha, el problema gane más fuerza para el día siguiente. Al igual que el dolor al cuerpo humano, un conflicto en el trabajo o un disgusto con su mujer, son precisamente mecanismos de alarma, señales de que hay algo que arreglar.

Muchas personas se acostumbran temprano en sus vidas a evadir las causas de sus problemas y sus malestares físicos o emocionales, escapando hacia gratificaciones inmediatas. A menudo, el hábito de un «cafecito», un «cigarrillito», una «cervecita», no son sino mecanismos evasivos que llevan a ninguna parte, excepto a hacerse daño a sí mismo.

Suelen ocurrir varias cosas: el problema se queda igual o aumenta; se evade la ocasión de examinarlo y afrontarlo; se desarrolla el hábito de evadir y un estilo de vida de evasión e irresponsabilidad. El guión es como sigue: El jefe lo regaña y él sale del trabajo con ganas de botar el golpe, en vez de acercarse al jefe para ajustar el asunto; se bebe unos tragos y descubre que muchos otros se autogratifican después de la jornada. Ahora tiene un motivo adicional: su mujer se enoja porque el llega pasado de hora y de tragos. Poco a poco se va convenciendo que es más agradable estar bebiendo con los amigos que llegar a casa a que la mujer le riña. De ahí en adelante, muchas veces provocará la riña o preferirá seguir enojado para llegar más temprano al colmadón.

Lo peor: desperdició la oportunidad de tratar con su jefe, con su esposa o con Dios acerca del problema; decidió tratarlo de otra manera o, peor, no tratarlo sino ¡botar el golpe!

Dios permite las dificultades para que el hombre trate con El, en oración y meditación. El soslayar el sufrimiento, no acudir a la presencia de Dios, no tratarlo con el jefe, la mujer, o el médico; o simplemente evadirlo, es casi lo mismo que buscar al Maligno para que sea éste quien te resuelva. Lo triste es que perdiste la oportunidad de ponerte en buenos términos con Dios y con tu «prójima».

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