Brasileñas, guerreras de la paz

Brasileñas, guerreras de la paz

LEONARDO BOFF
En todo el mundo las mujeres todavía sufren los efectos del sistema patriarcal. Éste no sólo las ha marginado, sino que también ha creado un tipo de sociedad y de cultura en el que ellas son subalternizadas, o hechas invisibles. Aún se sigue abortando a las niñas, concretamente en China, India, Bangladesh y Taiwán, hasta el punto de desequilibrar la proporción entre hombres y mujeres.

El indio Amartya Sen, premio Nóbel de economía, ya en los años 90 denunciaba la falta de cien millones de mujeres víctimas de esta práctica asesina.

A pesar de todo, hace ya casi cuatro siglos que las mujeres tomaron conciencia de esta situación inhumana y se organizaron para gestar otro tipo de relación de género, creando los fundamentos de un nuevo paradigma civilizatorio, no ligado ya a la subordinación sino a la reciprocidad y al compañerismo.

Para reforzar esta lucha de liberación de las mujeres, se creó en Suiza la Asociación 1000 mujeres para el Premio Nóbel de la Paz 2005. La tarea era identificar 1000 mujeres en 153 países del mundo, que, en las grandes ciudades o en lo más profundo de sus países, estuviesen luchando por la seguridad humana y por la liberación. En Brasil cupo a Clara Charf, compañera de Carlos Marighella, asesinado en 1969 por los órganos de represión, crear una comisión para identificar los nombres de estas mujeres guerreras. Entre otras muchas se anotaron 262 nombres, de los cuales había que seleccionar 52, que era la cuota que correspondía a Brasil. Fue un trabajo arduo. El premio, sin embargo, le fue concedido a Mohamed El Baradei, presidente de la Agencia Internacional de Energía Atómica.

Ahora la Editora Contexto acaba de presentar el libro Brasileñas guerreras de la paz. Narra la historia de estas 52 mujeres brasileras. Hay nombres conocidos de las distintas áreas del saber y de las artes, pero la gran mayoría son anónimas, y todas son guerreras. Leyendo sus biografías apenas conseguimos contener la emoción. A mí me vino a la mente esa escena del Apocalipsis cuando uno de los ancianos hace esta pregunta al ángel: «¿Éstas y éstos, quiénes son y de dónde han venido?» Y el ángel le responde: «Tú debes saberlo». Y entonces el anciano revela: «Éstas y éstos son los que vienen de la gran tribulación». Sí, la gran mayoría lleva en sus cuerpos las señales de la gran tribulación histórica de Brasil marcada por la pobreza y la exclusión. Pero son mujeres que no se resignaron. Rompieron el cerco de la opresión, no para subir de nivel social, sino para capacitarse mejor para luchar al lado de sus compañeras de sufrimientos.

Cito casi al azar algunos nombres, sin querer hacer injusticia a las demás. Concita Maia, del Estado de Acre, hija de padre indio y de madre blanca, educadora popular, feminista y ambientalista, que subía y bajaba los ríos para concientizar en sus derechos a los trabajadores extractivistas y a las parteras. La indígena Eliane Potiguara que creó la Red de Escritores Indígenas. Joênia Batista de Carvalho, india wapichana de Roraima, la primera mujer indígena de Brasil que se hizo abogada para defender a su pueblo, y hoy atiende a cerca de 280 comunidades.

Este artículo se lo dedico a las mujeres anónimas que se cruzan diariamente en nuestro camino, guerreras que llevan adelante la vida con valentía. Soy de la misma opinión que la FAO: si no damos más poder de decisión a las mujeres, difícilmente salvaremos nuestro Planeta.

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