Braulio regresa a RD gracias a un milagro

Braulio regresa a RD gracias a un milagro

POR MANUEL EDUARDO SOTO
Este fin de mes, los dominicanos tendrán oportunidad de ver y escuchar nuevamente a Braulio, el cantautor español que goza de una enorme y perenne popularidad en el país.

Pero pocos saben que fue por un milagro que el artista de la desordenada cabellera rubia (en sus años mozos, por lo menos) salió con vida y que hoy está en condiciones de visitar nuevamente la República Dominicana para interpretar baladas clásicas de su repertorio, como «En bancarrota», «La más bella herejía» y «Noche de bodas», entre muchas otras.

El destino le jugó una mala pasada en septiembre de 1985, cuando se encontraba en México asistiendo a la première de una película de José José. A las 7:20 de la mañana del 19 de septiembre, Braulio dormía plácidamente en su suite del hotel Fiesta Palace de la capital azteca, cuando se produjo un devastador terremoto que dejó en ruinas una gran parte de la ciudad.

«Traté de salir de mi habitación de los pisos más altos del rascacielos del Paseo de la Reforma», contaría posteriormente el nativo de Islas Canarias. «Pero el terremoto torció el marco de la puerta y ésta quedó atascada. No la podía abrir desde adentro».

Afortunadamente, el edificio del hotel sólo sufrió daños estructurales menores y luego los equipos de rescate lograron abrir la puerta de la habitación que ocupaba Braulio. Otros inmuebles vecinos simplemente se derrumbaron ante los ojos aterrados de los huéspedes del Fiesta Palace.

Yo había salido a las 7:15 de la mañana rumbo al aeropuerto para regresar a Washington, donde vivía en ese entonces. Por lo que cinco minutos después, cuando comenzaron los primeros movimientos sísmicos, ya estaba en pleno Paseo de la Reforma presenciando un espectáculo dantesco. La gente se arrodillaba en los jardines del centro de la avenida capitaleña implorando al cielo que parara el terremoto. Mientras, caían sobre el pavimento pesados y voluminosos bloques de cemento de los edificios de la importante arteria, aumentando más aún el pánico reinante.

Vi una iglesia colonial mecerse de un lado a otro, como si fuera una hoja movida por el viento.

El chófer del taxi que me llevaba al aeropuerto quiso dejarme tirado en la calle para ir a su casa a cerciorarse de que su familia estaba bien, pero no sé cómo lo convencí de que ya había pasado lo peor y que su esposa e hija debían estar a salvo. Sorteamos algunas grietas que causó el sismo grado 8 al pavimento, y llegamos al aeropuerto sin mayores problemas, aunque no había energía eléctrica ni teléfonos. Tenía que esperar llegar a Estados Unidos para ponerme en contacto con mi casa y mi oficina.

Después de la exhibición de la película, «Gavilán o paloma», sobre la vida de José José, fuimos con Braulio y otros invitados a celebrar a un restaurante italiano. Eran cerca de las 4 de la madrugada cuando nos fuimos a dormir. Lo invité para que regresáramos juntos a Estados Unidos unas horas depués, pero él prefirió irse en un vuelo de la tarde, en el que, por supuesto, no pudo viajar porque la ciudad quedó aislada del resto del mundo.

Apenas terminó la función, fui rápidamente a la oficina de la agencia UPI –para la cual trabajaba en esa época– a escribir la reseña correspondiente para que el operador de turno de la mañana siguiente la enviara a Washington –donde funcionaba la central latinoamericana– a las 7 a.m., lo que hizo religiosamente. Por tal motivo, mis compañeros de trabajo pensaban que esa mañana fatídica me encontraba en nuestra oficina de la capital mexicana y que el terremoto me había sorprendido en el edificio que sufrió cuantiosos destrozos. Pensaron lo peor porque, además, no había forma de que nos comunicáramos.

Cuando llegué a Washington, corrí a un teléfono público del aeropuerto y desde allí dicté los pormenores del terremoto visto de primera mano. Al escuchar mi voz a través del teléfono, mis compañeros lanzaron un grito de alegría y alivio de que estuviera vivo y me dijeron que creían que había quedado bajo los escombros del edificio de la agencia en México.

Unos días después, me comuniqué con Braulio en Miami, y me contó la odisea que había pasado en su visita a México. Fue un milagro y ahora podremos disfrutar de su presencia en Santo Domingo y Santiago, junto a Anthony Ríos, otro cantautor de los grandes.

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