Recuerdo una pieza musical que galanteaba: ¡Guapa! ¡Guapa! ¡Guapa! Si recuerdo bien, fue una grabación del grupo Los Chavales de España, década de los años cincuenta del siglo pasado, que fue muy popular con las interpretaciones de baladas y de música de la Madre Patria, renglón que estuvo de moda por aquellos días.
Las iteraciones del vocablo /guapa/ es magnífico elogio para la dama que inspiró la pieza. Pero es bueno anotar que las palabras tienen sus caprichos y enfrentan y entrecruzan sus valores de significación de tal forma que llevan a confusiones a las personas que intervienen en el proceso de intercomunicación.
Cualquier término puede ser polisémico y llega a encontrarse consigo mismo (por la forma), pero de diferente uso. En este orden lo bueno es malo y lo malo es bueno.
O los casos que suelen darse entre /guapo/ y /bravo/ que se revierten entre /bravo/ y /guapo/, por decirlo de alguna manera. Veamos:
Si en un espectáculo de lidia de toros, frente a uno y otros lances, el público en el estadio podría vibrar emocionado:
¡Bravo! ¡Bravo!
Imagínese, con los acordes de una música apropiada y la emoción por la gallardía /bravura/ del diestro sorteador de toros y de multitudes.
Si la niña frunce el entrecejo y pinta en sus pequeños labios un puchero, tal vez le diríamos:
-Mi niña está /bravita/.
Entre el elogio y el enojo, ¿hasta dónde se acomodan /bravo/ y /guapo/?
El término /guapo/ abre su escala de acepciones como “hombre vil” vagabundo. Pero de inmediato el lexicón incluye otro significado, en función de adjetivo: bien parecido. Además, agrega la forma coloquial de persona animosa, bizarra y resuelta, que desprecia los peligros y hasta los acomete. Y, por más, pendenciero y perdonavidas.
Por su parte, /bravo/ no se queda atrás: adjetivo que proviene del latín /pravus/, equivalente a ‘malo’, ‘inculto’ y que pasó al español como ‘valiente’, ‘esforzado’, función de modificador: ‘bueno y excelente’. Contrariamente: ‘enfadado’, ‘enojado’, ‘violento’.
¿Cuándo usar esta lexía? ¿Cuándo aquélla? ¿Con cuál acepción? Por suerte, ¿la frase nos salvaría? Podría ser. Pero hay ocasiones en los cuales no nos basta una sustitución de vocablos por otros que no nos permitan evitar un equívoco (concepto) o una repetición innecesaria. Ejemplos: Si dudo del empleo de “Lo tomó /desapercibido/” y quiero evitar dislates, utilizaría: Lo tomó /inadvertido/, que muchos autores prefieren a la forma anterior. Usted hará la elección por el término que convenza a su gusto o a su opinión.
-Si se topa con este cuadro [… la aplicación de políticas públicas encaminadas a eliminar el mal que cada año acaba con un centenar de mujeres por /año/…]
(Periódico El Día, título: “Mujeres maltratadas gastan 55% de sueldo en recuperación”, p. 14, 13 de marzo del 2017.
La repetición está en el sustantivo /año/. Se podría resolver con la eliminación de uno de los sustantivos enfrentados:
a) … eliminar el mal que acaba […] con un centenar de mujeres al /año/, o
b) …eliminar el mal que cada /año/ acaba con un centenar de mujeres […].
Así es el “enredado ovillo de la lengua”, como nos trovó el alto lingüista chileno don Leopoldo Wigdorsky, meritísimo de la Universidad de Santiago de Chile. ¡Por siempre!