Brecha entre banca y campos

Brecha entre banca y campos

Las altas tasas  activas  de interés bancario y  las duras normas que rigen al sector financiero han propiciado el crecimiento de la usura en el campo, usura de la informalidad que es culpada por el vicepresidente de la Junta Agroempresarial Dominicana (JAD), Osmar Benítez,  de los altos precios de productos en el mercado, muchos de ellos de primera necesidad.  A mediano plazo la economía dominicana avanzaría hacia una solución parcial  de este problema, de cumplirse las proyecciones a la baja que las autoridades monetarias adelantan que persistirá  en los costos del crédito en sentido general.

Un cambio importante para lograr adecuado acceso a préstamos para los productores agropecuarios tendría que incluir otras condiciones actualmente desfavorables en  la utilización de insumos como agroquímicos,  y combustibles y electricidad para mover equipos que siguen  siendo excepcionalmente caros. La banca tiene que jugar un rol más importante en apoyo a la ganadería y la agricultura lo que reclama desde ya  alguna fórmula para flexibilizar  los  requisitos que hacen difícil recurrir al financiamiento rentable;  además de la notable falta de una efectiva posibilidad de cubrir con seguros  varios renglones de la producción.

Pobre reacción  a las urgencias

Septiembre 2008 fue un mes particularmente negro para la provincia Independencia y sus comunidades de las proximidades del lago Enriquillo y el río Yaque del Sur. Las crecidas derivadas de un huracán que azotó a Haití anegaron asentamientos humanos y plantaciones que han permanecido prácticamente en la misma situación hasta hoy. Las demandas de atención a su calamidad que han levantado los afectados se han estrellado contra diversas sorderas oficiales.

El Poder y las “fuerzas vivas” están por el momento abrumados por visiones de conjunto sobre los males del país. Por allá se desbordan las aguas. Aquí las teorías y los proyectos para soluciones “globales” a una diversidad de problemas, grandes y medianos. Pero desde  antes de estos ejercicios de buena voluntad e intenciones, los simples mecanismos para la atención rápida a urgencias regionales no daban mucha prueba de que el Estado funciona.

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