Brexit no es un final, sino un principio

Brexit no es un final, sino un principio

Por un angosto margen de 51.9% favor y 48.1% en contra, Reino Unido votó el 23 de junio reciente la salida y compromisos, aunque no todos, de la Comunidad Europea de 28 miembros, ahora 27, y significará a la postre, el tiempo lo confirmará, más bien un principio que un final. Decidir por un margen donde apenas se filtra un atisbo renunciar a un pacto que data desde 1973, por 43 años, inicia una jornada que permite reflexionar que se presencia perder una batalla, que necesariamente no traduce perder una guerra.
Cierto que el triunfo del Brexit constituye un mediático revés financiero para RU, UE y el mundo, pero ese punto de inflexión permite recordar que en una iniciativa muy cerca de lo similar, en 1992, RU decidió motu proprio retener la libra esterlina, desmarcándose del euro, y las riadas que se producen a ratos en Europa resultaron más traumáticas que la firmeza británica de preservar su signo monetario.
Reino Unido coloca el 44.4% de sus exportaciones en la Unión Europea, y esto proseguirá por 48 meses más, que es el final de concluir su vinculación con la UE conforme el Acuerdo de Portugal, y de aquí a allá, no es reducido cuanto es posible acoplar, para que la decisión del 48.1% resulte menos traumática.
Además, en ese lapso, a Londres le faculta comunicar a la UE la decisión del referéndum, que el primer ministro David Cameron, arbitrando el tiempo que tañe desde el Big Ben, puede demorar, en aras del acoplamiento más provechoso para RU y la UE.
Es el axioma del historiador británico Arnold Toynbbe de reto y respuesta, y donde el desconocido instinto del miedo británico decidirá, como en Trafalgar, Waterloo y Las Malvinas.

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