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Si preguntaran quienes, en la historia del arte, iniciaron una modernidad indiscutible, probablemente se respondería que fue el español Pablo Picasso en la pintura, y el francés Auguste Rodin en la escultura, aunque el primero alcanzó mayor universalidad y pertenece de lleno al siglo XX. Ambos demiurgos tuvieron inicios de dificultades y miseria y batallaron para su reconocimiento hasta que alcanzaron definitivamente la gloria y las celebraciones encomiásticas.
Este año, el centenario de la muerte de Auguste Rodin es la oportunidad de manifestaciones extraordinarias, que comenzaron mucho antes de la fecha exacta de su partida (17 de noviembre 1917, a la edad de 77 años).
Creemos justo dedicar unos espacios a su memoria y evocación de una obra sin par.
Comienzos difíciles. Auguste Rodin nació en París, el 12 de noviembre 1840, de padres modestos, que estimularon su talento precoz. Recibió su primera formación en la entonces Escuela Imperial de Dibujo y Matemáticas –hoy prestigiosa Escuela de las Artes Decorativas– y ya empezó a trabajar la escultura profesionalmente. No obstante, tres veces fue rechazado a la admisión de la Escuela de Bellas Artes: ello explica la animadversión que Rodin guardó por la academia.
En 1864 conoció a Rose Bouret –compañera hasta el final de su vida– y produjo su primera obra identificable, “Cabeza del hombre de nariz rota”, ¡rechazada en el Salón oficial!
Trabajó en Bélgica, perseguido por la miseria, y viajó a Italia, deslumbrado por Miguel Ángel. Recordemos que él expresó: “Mi liberación del academicismo ha sido por Miguel Ángel”.
Hoy, considerado como peldaño de la evolución magistral, su escultura, “La Edad de Bronce” (L’Age d’Airain) le valió, en 1876, ser acusado de haberla modelado directamente sobre el cuerpo del modelo: no comprendieron cómo había logrado expresar tal palpitación en una estatua…
Esta impronta de la vida, sensitiva y dramática, Rodin la mantuvo siempre y en todos los materiales: yeso, bronce –ambos sus preferidos–, o mármol. Presente desde la primera obra maestra, ese estremecimiento llegó tal vez a su culminación en el postrimero retrato de Balzac, el escritor de “La comedia humana”, que también causó escándalo… y se descartó entonces. ¡Hoy provoca admiración y asombro, aunque en París podría haber una mejor ubicación!
Ya los éxitos. En el 1880, Auguste Rodin, a la vez polémico y lanzado, autor de numerosos retratos, recibe el encargo público de una puerta monumental. Él elabora la “Puerta del Infierno”: la inspiración apasionada vino de la “Divina comedia” de Dante, que él decía siempre tener en su bolsillo. La puerta quedará finalmente inacabada, después de veinte años de ensayos. Sin embargo, es una obra tremenda, angustiante, que expresa, a través de cuerpos proyectados en el espacio, la propia turbación de Rodin ante las pasiones humanas. De ahí, él sacará, como si fueran esbozos, varias esculturas fundamentales, así “El Pensador”, “El Beso”, “La Sombra”, “Fugit Amor”, “La que fue bella cortesana”, y “La Danaide”. Desde entonces, estas obras, llevadas algunas a varias dimensiones, nutrieron prestigiosas colecciones.
A su vida, tanto íntima como profesional, llegó Camille Claudel, joven discípula y ya prometedora escultora, pronto su amante. Fueron diez años de pasión y obras compartidas: afirman que fue el período más fructífero de Auguste Rodin, e indudablemente Camille fortaleció su estilo. Un maravilloso retrato de ella, también llamado “El Pensamiento”, muestra la simbiosis entre una perfección neo-clásica y el inacabado, bruto y voluntario. La razón de Camille Claudel no sobrevivió a la ruptura, y la desdichada murió en un asilo, en 1943.
Frases de Rodin. A pesar de que decía que “Mis medios naturales son la tierra y el lápiz”, Auguste Rodin habló, leyó, escribió mucho, y no solamente acerca de su arte. Aquí está una ínfima muestra:
“Soy el más feliz de los hombres porque soy el más libre”.
“Yo soy un hombre que ha dado toda su vida al estudio de la naturaleza”.
“¡Dios no ha hecho el cielo para que nosotros no lo miremos!”.
“La belleza es el carácter y la expresión. No hay nada en la naturaleza que tenga más carácter que el cuerpo humano. Evoca por su fuerza o su gracia las imágenes más variadas”.
“El deslumbramiento de una mujer que se desviste es como el sol atravesando las nubes”.
“Yo tengo por el desnudo una admiración infinita, un culto”.
“Mi Balzac tiene en su contra a los doctores de la ley estética, la inmensa mayoría del público y la mayor parte de la prensa crítica. ¡Qué importa! Él se abrirá, por fuerza o por persuasión, un camino hacia los espíritus”.
“Yo soy un puente, uniendo las dos orillas, el pasado al presente”.
“El arte es la más sublime misión del hombre”.