¡Brillante!

¡Brillante!

¡Brillante! Es el término apropiado para definir el discurso que ha pronunciado a la nación el Presidente Danilo Medina, al rendir cuentas ante el Congreso enmarcado por el 169 aniversario de la Independencia Nacional, el bicentenario del patricio Juan Pablo Duarte, la conmemoración del ascenso al poder de Juan Bosch, hace ya cinco décadas, y  la  meta del gobierno de luchar contra la pobreza. 

La calidad de brillante viene determinada por su pureza, diafanidad, reflejos y talla, cualidades que sobresalieron  en la pieza oratoria del primer mandatario: pureza, al establecer que el contrato entre el Estado y la empresa minera Barrick Gold debe ser modificado, pues en las actuales condiciones no encaja dentro de los principios éticos y morales que sustentan su administración.

Diafanidad, en el ultimátum concedido a los ejecutivos de la Barrick Gold, que de no obtemperarse, el ejecutivo de la nación se verá precisado a someter al Congreso Nacional un proyecto de ley que gravará los ingresos inesperados de las empresas exportadoras de minerales.

Reflejos, al citar las estadísticas que descubren la desigualdad contractual que favorece a sus socios de Canadá y Estados Unidos, una transacción para la cual el gobierno dominicano estuvo presto a modificarlo cuando la Barrick Gold pidió la flexibilización de los aspectos fiscales  en el año 2007.

La talla, en el relieve de la rendición de cuentas sobre los tópicos locales y  la dimensión internacional que implica la defensa del interés nacional, donde la seguridad jurídica constituye la principal garantía para la necesaria inversión extranjera. El Presidente Medina ha tenido tal precaución. La Barrick Gold ha ratificado su disposición al diálogo con el Estado Dominicano.

La brillantez siempre provoca admiración y causa revuelo, como las originadas tras el formidable discurso independentista del Presidente Danilo Medina.

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