Brisas

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El Ayuntamiento del Distrito Nacional tiene en las calles algunos mensajes publicitarios orientados a crear conciencia acerca de la importancia de eliminar los ruidos.

Algunas de estas propagandas tienen un zafacón con una bocina acompañado de una leyenda que dice, más o menos, que el ruido es una forma de contaminar el ambiente.

Esa campaña es muy loable, pero hace falta  que otros organismos, como las secretarías de Salud Pública y  la de Medio Ambiente, también se sumen  porque, la verdad, es que no hay respeto a  los ciudadanos y las ciudadanas    por parte de la gente que cree que a cualquier  hora, del día o de la noche,   puede someternos a estruendosos ruidos de procedencia diversa.

Por ejemplo, como se ha proliferado el servicio a domicilio de colmados y farmacias, sobre todo, los mensajeros andan montados en motores  y es como si estuvieran  apostando cuál es el  más ruidoso.

Parece que le eliminan el silenciador a propósito. Hay determinadas horas en las que de manera simultánea transitan varios de estos aparatos por una misma calle y es como para volver a la gente loca.

Pero ocurre otro tanto con las bocinas de los camioncitos que portan  el agua que se vende a domicilio; con las guagüitas anunciadoras, y ni qué decir de los monstruosidad de los vehículos que  aterrorizan con esos enormes aparatos de música, que no respetan ni siquiera que sea una alta hora de la noche para hacer su escándalo y los colmadones merecen un capítulo aparte.

Naturalmente, que no podemos dejar de mencionar a algunos vecinos desconsiderados impiden que uno pueda encender una televisión, hablar por teléfono, estudiar o conversar en familia, porque encienden sus equipos de radio a todo volumen.

En fin, que se requiere una amplia campaña en ese sentido y que, como otros asuntos de alto interés,  también sea objeto de enseñanza en las escuelas y de concientización en los hogares.

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