Brisas

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Tecnología, idioma y analfabetismo

Recientemente cambié mi computadora y comprobé que no siempre “escobita nueva barre bien”, sobre todo si no sabes usarla.

El aparato trajo instalada la última versión de Windows y del sistema Office, pero todo en inglés.

Cogí mucha luchaporque, aunque la configuración es muy bonita y me gusta, me sentía perdida.

Pensé volver a las dos versiones con las que me manejo perfectamente, pero, repito, me aguantaba por la atractiva presentación. Finalmente vino mi sobrino, muy actualizado en tecnología, me cambio el idioma, me ofreció algunas pautas y el resto se me ha ido revelando poco a poco a medida que la voy usando.

Realmente, todo ha cambiado, por ejemplo, al principio creía que cogía mucha lucha para encontrar un documento y es porque ignoraba que la máquina te presenta la opción de todo lo reciente y sólo tienes que ir ahí. O, te abre el documento donde tú lo dejaste y no tienes que hojear página por página; esto ha sido muy muy útil para mí ahora que estoy corrigiendo una tesis.

Traigo esto a colación porque en el pabellón de “Quisqueya aprende contigo” de la pasada Feria Internacional de Libro se vivió una experiencia, vamos a decir que parecida, con un túnel donde las instrucciones estaban en idiomas totalmente desconocidos para la gran mayoría.

Yo pasé por ahí y aunque me sentía confundida, sabía que eso respondía a un objetivo claramente establecido.

Luego, cuando salí, con las manos engrasadas y esperándome con servilletas para que me limpiara, me mostraron todas las traducciones, pero como no las entendía hice torpezas.

La idea era demostrar que así se siente una persona analfabeta, que no puede descifrar los signos y cómo esa situación afecta su vida.

Lo entiendo perfectamente con lo que me ocurrió con la máquina recién adquirida.

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