Brisas. Jacobo: el padre y maestro

Brisas. Jacobo: el padre y maestro

Me alegra sobremanera haberle dedicado en vida una de mis columnas a Jacobo Moquete, a quien consideraba un padre, y de hecho le decía papá; él me lo pidió y para mí era un privilegio.

Recuerdo que en esa ocasión Carminela Mateo me reclamó que no dijera más y tenía razón y es que era un ser humano cuya ejemplar trayectoria de vida no cabe en un limitado espacio. En esa oportunidad solo quise manifestarle mi aprecio.

Conocí a Jacobo Moquete y a su esposa Marcia Jiminián en la Universidad Autónoma de Santo Domingo en el año 1978 cuando yo ingresé a laborar en esta academia y mis primeras funciones fueron en el Departamento, ahora Escuela, de Pedagogía. Desde el primer momento hubo una total identificación con ellos al extremo que luego, desesperada por salir de otro departamento donde fui designada, acudí a Jacobo para que solicitara mi traslado para la Coordinación de los Centro Universitarios Regionales que se había creado y él era su titular. Allí formamos equipo él, Caminela, Estanislao Núñez y yo. Nos llevábamos como una familia y periódicamente nos reuníamos en una de nuestras casas para compartir.

Fue Jacobo quien insistió en que estudiara la carrera de Comunicación Social a nivel universitario y en cuyo hogar almorzaba todos los días sin tener que pagarle un centavo pues el tiempo no me alcanzaba para ir a casa y volver. Luego, fue mi padrino de graduación con la condición de no ir en saco, sino en chacabana: esa prenda no era para un país tropical como el nuestro. Nunca fue ostentoso, pero le hubiera quedado bien el cargo de Secretario o de Ministro de Educación porque era, a mi juicio, la persona más preparada en la materia y la que más había aportado, por su formación, investigaciones, publicaciones, asesorías, experiencia docente, compromiso patriótico, solidaridad, y testim onio de vida familiar y social. Ayer lo despedimos, la sociedad perdió un gran hombre.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas