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Japón, orden en medio de la tragedia

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Muchos medios de comunicación han resaltado la disciplina del pueblo japonés, el cual, en medio del desastre  provocado por un  devastador terremoto,  un posterior  tsunami y una latente amenaza radiactiva, ha sabido mantener el orden.

Naturalmente, no todo es fortuito, porque ese país asiático  ha preparado  desde sus construcciones hasta la educación de sus ciudadanos para  hacerle frente a ese tipo de desastre.

Por eso allí, a pesar de la gran cantidad de damnificados,  no se han reportado saqueos. La gente hace filas enormes para recibir agua y alimentos;   algunos incluso comparten  con  otros lo que reciben, que consta de unos diez productos básicos. También hay   familias que hacen comidas para distribuirlas entre los sobrevivientes y nadie come más de una vez.

No se atropella al otro para salir y se dejan las vías despejadas a las ambulancias. La gente no se mueve en su vehículo más allá de lo necesario. En otras palabras, nadie se está aprovechando de la desgracia para sacar ventajas.

Asimismo, hay informes de que los refugios se mantienen limpios; las cosas allí  están en su sitio  y cada persona es responsable  de su espacio;  están organizados de tal modo que hay comisiones dentro de los mismos refugios para lavar la ropa sucia.

Así,  el ejército y la policía pueden dedicarse tranquilamente a las labores de rescate y no a imponer el orden a la ciudadanía.

Japón ha tenido que soportar duras pruebas; una fue las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki, durante la Segunda Guerra Mundial. Partió prácticamente de cero para su reconstrucción y convertirse en una poderosa potencia.

La otra es su condición de país eminentemente sísmico, para lo cual se ha preparado tanto en lo que a construcción se refiere como a la educación de su gente. Estamos seguros de que con la disciplina que tiene el pueblo japonés saldrá delante de esta dura prueba.

Y nosotros debemos imitar esa solidaridad y esa disciplina para hacerle frente a las eventualidades que se presenten.

Mientras, elevamos una plegaria por Japón y por el mundo.

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