Brisas. Lin, mi madre, ya descansa

Brisas. Lin, mi madre, ya descansa

Al mediodía del pasado lunes dimos cristiana sepultura a Natalia de Jesús Esquea, a quien en el seno de su hogar le llamaban Talín, aunque luego, cuando vino a Santo Domingo, sus allegados le decían Talita.

Cuando yo estaba pequeñita le decía “tía-mamá”, quizás porque era una forma de adelantarle lo que ella sería años más tarde. Pero ella parió una única hija que le decía Lin y a ese apodo cariñoso también me acostumbré luego que mi verdadera madre falleciera y quedara bajo sus cuidados desde los ocho años.

Era muy estricta; pero siempre se preocupó por los estudios de sus hijas y de los miembros más jóvenes de la familia. Trabajó como doméstica y los últimos 20 años de vida laboral los pasó con la familia Vicini-Cabral, a la que le tomó un cariño muy especial. Tenía allí dos grandes amores: doña Amelia Cabral y su sobrina Lucía Amelia Cabral Arzeno, quien estuvo ayer en la despedida.

Aunque en principio no le agradaba que estudiara Periodismo -quizás porque pensaba más con la cabeza-, siempre disfrutaba de mis logros.

Debido a una prótesis de cadera, en los últimos diez años sus fuerzas fueron disminuyendo, aunque no así su temperamento. A veces se le oía decir: “¡En esta casa ya no hay reglas!”… Pero esa era ella.

En diciembre del año 2012 se cayó de nuevo y aunque no hubo fracturas estuvo muy mal y fue afectada grandemente en sus movimientos. En medio de esa situación, entrando enero murió su hija. Pensé que no sobreviviría, pero lo aceptó. Pienso que la ayudó mucho su fe y saber que me tenía a mí. A partir de ahí tuvo muchas altas y bajas, hasta que, finalmente, en la última semana sus fuerzas decayeron completamente y quedó en cama para no levantarse más.

Pero sí, se levantó el domingo, el día del Señor, con quien está ahora. Su sepelio fue una hermosa ceremonia acompañada de procesión, cánticos, antorchas, lectura de la Palabra y de testimonios, en compañía de personas muy queridas, que nos acompañaron al cementerio católico del Centro Neocatecumenal María de la Altagracia. Allí estarán sus restos hasta su gloriosa resurrección.

Lin fue el centro de mi vida y en medio del dolor me siento reconfortada porque sé que ahora su morada es la luz. Para siempre.

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