Estamos en marzo, Mes de Rehabilitación. Es una buena oportunidad que nos brinda el Señor para pensar en quienes tienen alguna limitación física o mental.

Y no solo pensar, sino ayudar al sostenimiento de los programas que se desarrollan a favor de la gente que posee la condición antes mencionada.

Muchas discapacidades son congénitas y es difícil erradicarlas, pero con tratamientos adecuados y constantes se pueden atenuar sus consecuencias. Otras, son producto de enfermedades y de accidentes.

Gracias a Dios, la polio, que hace unos años era causa de muertes y de lesiones físicas, muchas veces invalidantes, ha desaparecido o se ha reducido a su mínima expresión.

Pero tenemos una verdadera epidemia en los accidentes de tránsito, sobre todo los de motores que a veces dejan secuelas temporales y otras, permanentes. Asimismo, están los ACV que cada día cobran más víctimas.

Asimismo, hay niños y niñas que tienen, desde problemas de aprendizaje hasta retardo profundo, causado por síndrome de Down, autismo y otras causas. Sólo para mencionar algunas muestras.

Gracias a Dios que, gracias a personas generosas, hay instituciones como las asociaciones Dominicana de Rehabilitación, ADR, y la de Síndrome de Down que trabajan a favor de la población dominicana que sufre esas condiciones y son de escasos recursos.

La ADR ya cumplió 50 años y se ha constituido en una entidad modelo que no solamente ofrece servicios a personas con discapacidad física o mental, sino que tiene programas de educación especial, de rehabilitación profesional, de formación a personal especializado y de fabricación de aparatos ortopédicos, entre otros.

Debemos contribuir con las personas que tienen discapacidad ayudando, no solo económicamente, sino a crear conciencia, a eliminar barreras arquitectónicas, a difundir sus programas y a poner nuestro grano de arena para haya acogida.

Marzo es el Mes de Rehabilitación y por tanto el mes de la solidaridad.