Todos los reconocimientos son regalos. Si hemos hecho algo bien esa es nuestra misión y deber, porque para eso Dios nos pone a disposición los recursos y brinda la capacidad.

La mayor recompensa es la satisfacción del deber cumplido y tener la esperanza de que cuando nos corresponda rendir cuentas no nos suceda lo que mismo que en la parábola de los talentos: el que solamente recibió uno, lo enterró.

Este preámbulo lo hago a propósito del reconocimiento que me hizo la Asociación Dominicana de Cronistas Sociales y que recibí como un regalo muy hermoso, compartido con otras colegas del área.

Fue un acto de mucha calidad, en el auditorio del Palacio de Bellas Artes, en el que se tuvo especial cuidado con todos los detalles. A pesar de la cantidad de personas que iban a ser reconocidas, además de las cronistas, discurrió de manera ágil y en eso contribuyó también la excelente maestra de ceremonias; Lissette Selman.

La decoración fue muy fina; la parte artística no se quedó atrás, y así lo demostraron los efusivos aplausos. Las homenajeadas fuimos sorprendidas muy gratamente con un power point que se proyectó y que recogió parte de la trayectoria de cada una.

Dedicado a la memoria de la reina de la crónica social Susana Morillo, quien fue también homenajeada, el acto fue engalanado con la presencia de distinguidos invitados, y coronado con las palabras de Dania Goris, quien habló a nombre del grupo.

El trofeo, muy significativo, consistió en una estrella plateada montada sobre una base de cristal en forma piramidal. No sé si fue fríamente calculado para recordarnos aquella regla de la pirámide invertida y si la estrella es porque estamos en el Año Internacional de la Luz, y que la prensa necesita cada más vez estar iluminada.

La asociación ha quedado fortalecida con este acto, sé que siempre habrá un margen para reconocer a otros profesionales de la prensa social.