Ya cumplí con el primer requisito para llegar a los 75 años: haber festejado los 74.
Efectivamente, eso ocurrió el pasado 30 de agosto, que para mí es la festividad de Santa Rosa de Lima.
¿Por qué digo “para mí”? Pues porque cuando yo nací ese era oficialmente el día de la santa peruana proclamada también patrona del Nuevo Mundo.
Desde hace algunas décadas, a raíz del Concilio Vaticano II, fue trasladado al 23 de agosto, aunque para Perú y otras comunidades la fecha sigue siendo la primera.
Y estas casi siete décadas y media llegan cuando todavía “no he tirado la toalla”.
Me siento a veces con achaques, y es natural, pero también con muchos deseos de escribir y hacer periodismo.
Recibí el año con una preocupación que todavía persiste: y es que se dañó el disco duro de mi computadora y ahí estaba toda mi producción literaria, nueva y vieja, así como los archivos para mi trabajo cotidiano, fotografías y documentos de mucho valor para mí.
Me ha preocupado la situación, aunque no estoy desesperada, a pesar de que están ahí algunos libros inéditos que estaban casi armados.
También ha sido un poco difícil con la revista “Tinmarín”, pues ya tenía un banco de datos que me hacía las cosas más fáciles.
Bueno, esas son las desventajas de la tecnología, pero reconozco que tiene bastantes cosas positivas.
Tengo que reconocer que fue un fallo mío por no tener ese material en otros archivos, aun teniendo un disco duro externo y ahora voy a hacer el último intento llevando el disco duro a un centro altamente especializado.
Esa ha sido la única situación que de cierta manera ha empañado un poco mis últimas semanas, pues, hasta que no tenga el resultado final, no puedo continuar con la planificación que tenía antes.
Pero sé con todo Dios tiene un propósito y si todo se pierde alguna enseñanza me quedará.
Por lo demás, continúo entre los libros y las actividades cotidianas.