ROSA FRANCIA ESQUEA
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El pasado jueves fue el Día Mundial del Medio Ambiente y nuevamente se dejaron sentir   las voces de quienes claman por el derecho que tenemos a vivir en un planeta habitable.

Los países poderosos en mayor grado y todos de una u otra forma estamos contribuyendo  a que mueran los animales,  las plantas, los ríos, a que desaparezcan los ecosistemas y que, en consecuencia, se degrade la calidad de vida de los seres humanos.

No nos damos cuenta de la responsabilidad que tenemos no solamente con los actuales habitantes de la tierra, sino con las generaciones venideras.

A los niños  y niñas, desde lo más temprano posible, hay que irlos concienzando acerca de esta realidad y familiarizándolos con la terminología de moda: efecto invernadero, cambio climático, agujero de la capa de ozono, reciclaje, etc.

Y desde el hogar y la escuela enseñarlos a cuidar el medio ambiente, pero, sobre todo, practicando con el ejemplo.

Porque no hacemos nada con explicarle los riesgos que supone vivir en un ambiente contaminado  y degradado si ellos observan que la prédica de los mayores no va en consonancia con lo que hacen.

Y que ¡por favor! No se haga énfasis solamente en fechas puntuales, como el Día del Medio Ambiente, o el de la Tierra, sino que sea un compromiso permanente que asumamos con nuestro planeta, con nosotros mismos y con las futuras generaciones.