Ahora mismo está sobre el tapete el caso de la joven Esperanza, quien con 16 años está embarazada, con el agravante de que padece de leucemia y hay que aplicarle quimioterapia, lo que podría en riesgo la vida del bebé o que éste nazca con malformaciones.
Se están debatiendo asuntos legales y éticos por cuanto nuestra Constitución ordena la preservación de la vida en todas sus formas y, por otro lado, hay una situación de emergencia, que de no practicarse la quimioterapia la joven podría morir o agravar su estado y también podría morir el bebé.
Los cristianos sabemos que provocar un aborto es matar a una criatura con el agravante de que no puede defenderse porque ni siquiera ha nacido; eso es condenable. Ahora ¿es correcto dejar morir a una madre por no aplicarle el tratamiento a tiempo? De ninguna manera la Iglesia quiere que la madre muera porque eso iría, incluso, contra el quinto Mandamiento que dice No matar.
En este caso lo correcto es aplicar la quimioterapia a la madre porque no puede esperar. El deber del médico es tratar de salvar la vida de ambos. Ahora, si en esa circunstancia el bebé sufre alguna lesión o muere, este profesional no debe sentir remordimientos porque no hubo intención de hacerlo. Pero si quedó vivo en el vientre, aunque tenga malformaciones, el bebé tiene derecho a ser traído al mundo. Eso es lo que yo considero como católica. Ahora, el caso que nos ocupa tiene otra artista y que por su edad y condiciones de salud es un embarazo de alto riesgo, que no debió nunca producirse. Aquí falló la educación sexual y más tratándose de la madre de Esperanza que es maestra y sabe mejor que nadie las consecuencias de tener relaciones a temprana edad y mucho más si la joven es portadora de una enfermedad catastrófica.