Este martes fue conmemorado el Día Mundial de la Erradicación del Trabajo Infantil, actividad que tiene muchas aristas en República Dominicana.
En los últimos días se ha hablado de cifras escalofriantes. Y es que el término trabajo infantil suele definirse como todo trabajo que priva a los niños de su niñez, su potencial y su dignidad, y que es perjudicial para su desarrollo físico y psicológico.
Es decir, que no solamente se aplica a la actividad remunerada que hace un menor para ayudar en el sostenimiento de su hogar, sino que hace alusión a una serie de situaciones denigrantes que sufren los niños y que atentan no solo con su educación y salud, sino que les violan los más elementales derechos.
Cuando el niño trabaja se le está matando su infancia, porque el lugar de él está en su hogar compartiendo el amor con la familia y está en las aulas, recibiendo educación y preparándose para ser una persona triunfadora.
Hay niños sometidos a la mendicidad, los mayores los utilizan y explotan para obtener beneficios económicos; otros son obligados a trabajar y se les priva del derecho a la educación. Otros realizan labores remuneradas en las calles, como limpiar zapatos, vender periódicos, frutas y chucherías y limpiar vidrios de vehículos y el dinero que obtienen lo invierten en vicios, como compra de drogas, apuestas y otros juegos.
En fin, que por su condición de vulnerabilidad, ellos están sometidos a graves peligros y a enfermedades y su seguridad física no está garantizada. También son reclutados para la prostitución, la producción o actuaciones pornográficas y otras actividades ilícitas, como vender drogas.
La sociedad está en la obligación de velar porque nuestros niños disfruten plenamente de sus derechos. Tenemos algunas iniciativas que trabajan en ese sentido, como Muchachos y Muchachas con Don Bosco y la Fundación de Niños Limpiabotas La Merced. Pero necesitamos más. Exigimos más.