Brisas
El destino de los emigrantes

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No sé si es porque quiero mucho a este país que nunca me ha pasado por la mente emigrar para explorar nuevas posibilidades de lo que sea.

 Son muchas las causas que hacen que una persona abandone la tierra que lo vio nacer: unos lo hacen en busca de mejorar su condición económica;  otros  para darle una buena educación a los hijos  o ayudar su familia y no faltan quienes piensan que en otros países pueden desarrollarse mejor profesionalmente.

Hay quienes emigran por razones de trabajo, pues la empresa donde laboran los envían a otro país;   asimismo, hay quienes trabajan  en organismos  internacionales, en el servicio diplomático y es posible que les agrade ese tipo de actividad fuera de su patria.

Muchos se ven forzados a  emigrar por razones políticas y  por motivos de guerra, y no encuentran en su tierra la seguridad necesaria para proteger sus vidas. Traigo este tema a colación no porque en estos días se conmemore el Día del Emigrante, sino porque he visto unos reportajes que muestran las condiciones infrahumanas a que se ven sometidos inmigrantes ilegales en un lugar de Estados  Unidos, llamado La Pollera, donde ponen a la gente una especie de grillos en los pies para que sus movimientos estén controlados, mientras llega la hora de su deportación  sin  poder  trabajar.

Oí decir a una señora que de ella haberse imaginado eso, jamás hubiera salido de su país.

En nuestro país tenemos el caso de los haitianos, que vienen a nuestro país en busca de mejor suerte y, sin negar que a veces hay abusos con ellos, lo que se da no es ni sombra de lo que pasa en Estados Unidos. Claro, desde allí nos exigen respeto a los derechos  humanos, con relación a nuestros hermanos con los que compartimos la isla. Pero, la verdad, es un tema muy espinoso ese de las emigraciones. Ojalá nunca nos veamos en la necesidad de hacerlo.

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