Brisas
EL RENTABLE NEGOCIO DE  PEDIR

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ROSA FRANCIA ESQUEA
Hay una popular máxima que dice que quien pide si no gana, empata. Imagino que será por eso que hay tanto pedigüeños en las calles de nuestra ciudad.

Algo pintoresco es que parece que una gran parte de esas personas ha hecho curso de teatro, por los numerosos recursos que ponen en juego para atraer la atención de los demás.

Por ejemplo, conocí a una señora que siempre andaba por las cercanías del Parque Independencia pidiendo porque “le habían dando de alta del  hospital Padre Billini y no tenía el pasaje para trasladarse a su pueblo”. Otro joven, todavía merodea la Zona Universitaria haciéndose pasar por mudo; recuerdo que trabajaba en la Facultad de Humanidades se aproximó hacia mí con un papel y me hizo señas de que quería algo, pero yo no entendía; repetidas veces lo hizo y yo le dije en voz alta: no entiendo. Entonces él me dijo de manera  normal: que me lo pases a máquina. Entonces le pregunté: ¿y tú no eres sordomudo? Y me dijo: Cállate, cállate.

Conocí a un joven que hace vida frente al  Victorina que está en la calle París, antes de llegar a la avenida Duarte. Él tiene una pierna doblada que mete por la pierna del pantalón  y hace creer que la tiene amputada. Pide para mantener el vicio de oler cemento.

Otra señora acude diariamente a una farmacia, compra una curita o piezas de gasa para ponerla en el brazo de una niña a la que utiliza para pedir. Su indignación no tuvo límites cuando fue descubierta.

Y ni qué decir de quienes se hacen pasar por minusválidos en sillas de rueda o los que “tienen sida” y necesitan mucho dinero para los tratamientos y hasta los hay que “sufren de cáncer” y no tienen para la próxima sesión de quimioterapia.

En  estos días el párroco de San Simón  me contó de una señora embarazada que le  solicitó una carta para que en la maternidad de Los Minas le exoneraran de pagar  una cesárea, después que, según le dijo,  no aceptaron otra comunicación que llevó de la parroquia San Vicente de Paúl.

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