Es muy raro que use abreviaturas en mis escritos. Quién me enseñó a no hacerlo fue Gregorio García Castro, el siempre recordado Goyito, cuando yo hacía mis pininos en periodismo y colaboraba con Última Hora, donde él era Jefe de Redacción.

Recuerdo que esa vez le llevé un artículo y lo primero que hizo fue tachar todas las abreviaturas que encontró y cuando le pregunté por qué  lo hacía simplemente me contestó que no debía ponerlas.

Desde aquel día puedo decir que me olvidé prácticamente que las abreviaturas existen y sólo las uso en muy contadas ocasiones y cuando no traen confusión.

En los titulares de los periódicos es muy común, y comprensible, utilizar este recurso, para  ahorrar palabras, aunque a veces leemos las cosas de manera diferente.

Por ejemplo, recientemente  le di vueltas y vueltas a la noticia buscando su vínculo con San Cristóbal: el titular decía así: Leonel recibe trofeo de  campeones  de los Leones en SC.

Pero, claro, ¿cómo  iba a encontrar a San Cristóbal si las iniciales SC se refería a Serie del Caribe? Pero la confusión fue mayor porque últimamente se ha hablado de que el Escogido y Licey tendrán su  sede en San Cristóbal este año.

En tiempos pasados era muy usual leer JB y podía referirse indistintamente a Joaquín Balaguer, a Juan Bosch y a Jorge Blanco.

A veces cuando veo la abreviatura Mat. No se sí se refiere a matrícula o a matemática y así me pasa con un sinnúmero de palabras cuyas abreviaturas se escriben igual. Pero, además de eso, pienso que es poco elegante que un texto esté cargado de abreviaturas, sobre todo cuando se trata de textos literarios. Me encuentro raro verlas en un cuento o en una novela. De modo que yo invito a mis lectores a no economizar letras y a poner las palabras completas.