Ya se ha hecho una costumbre que los niños pierdan la primera semana de clases después de los tradicionales períodos de vacaciones: verano, Semana Santa y Navidad.
Eso se ha convertido en un círculo vicioso: primero, la mayoría de los planteles mudan el reinicio de docencia para un día o dos después de la fecha oficial y como ya lo quedan son pocos días, lo dejan para la semana siguiente.
Otro caso es que aunque el plantel esté abierto desde el primer día, los que van alegan que no se da clases, que lo que se hace es hablar de lo que pasó en las vacaciones y como una gran mayoría no va, se marchan temprano; así pierden la semana.
Si el inicio de clases es de miércoles en adelante, nadie va hasta el lunes siguiente. Incluso muchos niños que están de viaje no llegan a tiempo para preparar uniformes y útiles.
En fin, que a nuestro deficiente sistema educativo le agregamos este ingrediente de haraganería de los muchachos y de irresponsabilidad de muchos padres y maestros. Y así se altera y se afecta el calendario escolar.
Yo creo, y lo he sugerido en más de una ocasión, que debe emanar de parte del Ministerio de Educación una disposición que estimule la asistencia del estudiantado desde el primer día de clases luego de unas vacaciones.
Qué no sea una sanción, sino que a los que se integren se les otorguen puntos extra en las asignaturas que tienen esos días y también en conducta.
Así los alumnos sienten que vale la pena asistir, porque tendrán esos puntos que les servirán para subir la nota final, algo que tantas veces necesitan para aprobar una materia.
Si la disposición no viene del propio Ministerio, entonces los planteles escolares y los maestros deben hacerlo por su cuenta porque al fin y al cabo no es nada que choque con los reglamentos, sino que es una fórmula para garantizar el aprovechamiento del tiempo que tanta falta hace.