El 30 de junio celebramos en nuestro país el Día del Maestro, una fecha para rendir tributo  a ese ser que  se preocupa por nuestra formación intelectual y humana.

En nuestro país tenemos varias figuras que fueron ejemplo de verdadera vocación magisterial. Entre ellas Salomé Ureña, fundadora del Instituto de Señoritas que, bajo la filosofía de Eugenio María de Hostos, formó a las primeras docentes.

A Hostos, aunque nació en Puerto Rico, la nación dominicana le debe mucho  por los grandes aportes que hizo a la educación de nuestro país.

Luego surge  Ercilia Pepín, ilustre santiaguera, que se caracterizó por su irrestricto amor a la patria. Ella fue una abanderada de la soberanía nacional cuando Estados  Unidos invadió a nuestro país en el 1916.

También, aunque pasó gran parte de su vida residiendo en otros países, tenemos la figura de Pedro  Henríquez Ureña, hijo de Salomé Ureña, sin lugar a dudas uno de los más grandes humanistas del continente americano.

En el siglo XX, y ahora en el siglo XXI hubo  y hay una pléyade de maestros y maestras que hicieron grandes aportes a la nación.

Voy a mencionar a una mujer representativa de todas las maestras: Zoraida Heredia viuda Súncar, quien  ha sido una educadora de generaciones y todavía a sus 90 y tantos años se mantiene activa.

Doña Zoraida es un ejemplo de maestra consagrada, de investigadora  y escritora.

También quiero rendir un tributo de admiración al profesor Jacobo Moquete de la Rosa, quien  desde la docencia, la investigación,  la publicación de obras, entre otras acciones,  ha hecho grandes aportes a la educación del continente.

Vayan en estas personas que he mencionado mi reconocimiento en el Día del Maestro.