A menudo recibo correos electrónicos con mensaje de todo tipo: desde los llamados spam, que no son  otra cosa que publicidad, hasta hermosos y emotivos mensajes que mueven a reflexión o que sencillamente deleitan.

Algunos son una especie de chantaje emocional para que uno se solidarice con determinada causa.

Sin embargo, hay otros que verdaderamente mueven a preocupación y más que preocupación a la asunción de un compromiso.

Es el caso de un email que recibí hace unos días de mi querida amiga Farida Diná.

Antes de continuar debo dar testimonio que ella, además de música y maestra, es una persona dotada de una gran sensibilidad   humana, lo que me ha demostrado suficientemente.

Pues el correo que recibí lleva el nombre de Haití: un pueblo que muere de hambre ante la mirada indiferente del mundo.

Realmente, que en nuestro vecino país haya mucha miseria no es secreto, así como tampoco lo es que una gran parte de sus habitantes sufre de hambre y de desnutrición.

Tampoco nadie ignora que es  la nación más pobre de América Latina.

Pero lo que me sorprendió fue que allí mucha gente logra sobrevivir a base de galletitas de lodo;  la fórmula de la misma es:  tierra, mantequilla  vegetal y sal.

El documento dice que esa es una de las pocas opciones que tiene la gente  para no morir de hambre; también señala que eso trae preocupación a los organismos internacionales porque la tierra contiene muchos parásitos mortíferos, además de las toxinas industriales. Los médicos, de su parte, expresan que depender de las galletitas para sobrevivir es un alto riesgo.

Ante esa realidad, yo me pregunto: ¿dónde está la solidaridad internacional? ¿Y los llamados cristianos?

Bien, gracias.