Rosa Francia Esquea
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Sin la algarabía de otros años, tenemos  en el umbral la fiesta de  la Navidad, precedida de Nochebuena, que es mañana.

Es natural que la alegría no se perciba en toda su magnitud porque nuestro  pueblo ha sido embestido por dos tormentas que han dejado grandes daños de los cuales todavía no nos hemos recuperado.

Sin embargo, eso no quiere decir que nuestro espíritu no se inunde de  esta fiesta, porque lo que celebramos es el nacimiento del Niño Dios, que vino al mundo pobre para darnos ejemplo de humildad.

Creo sinceramente que, sin ostentaciones, tenemos que vivir la Navidad y alegrarnos porque otra vez tenemos la oportunidad de recrear el acontecimiento más hermoso de la historia, que ocurrió  hace más de dos mil años.

Y esta alegría debe reflejarse en una actitud de solidaridad hacia  nuestros familiares, vecinos y amigos, pero también con todas aquellas personas que necesitan desde  cosas materiales, hasta un gesto de acogida,  una sonrisa, una compañía, una  manifestación de cariño.

Y por encima de todo, no nos olvidemos de que es Jesús el protagonista de las fiestas navideñas y que Él es  el primero que debe estar en nuestro corazón.

¡Feliz Navidad a todos mis lectores! ¡Qué así sea!