El pasado fin de semana asistí a la VIII entrega del Festival de Poesía de la Montaña que se celebra en Pinar Quemado, Jarabacoa.

A esta actividad, organizada por al escritora Taty Hernández,  se dan cita numerosos escritores de la diáspora dominicana, especialmente la que vive en  Estados Unidos.  Por eso uno conoce más de cerca lo que se está haciendo a favor de la literatura y cómo hay grupos y personas que centran su atención  y trabajo en los emigrantes.

Me llamó la atención la participación de Mary Ely Peña Contreras, quien  dio lectura a una recopilación de testimonios de niños dominicanos residentes en el país mencionado  y que tienen como común  denominador la nostalgia por la Patria.

Los niños admiten que hay un mayor  bienestar  allí, porque las condiciones de vida son otras, diferentes y mejores, pero añoran  su patria, el paisaje, los juegos,  la libertad. Otra cosa es que muchos admiten que los llevaron allá sin consultarlos, sin saber si su deseo era emigrar.

Es una realidad, los niños van donde van sus padres, o uno de ellos (con el que estén  viviendo) y si les salió residencia, o tienen visa de paseo,  van en busca del llamado sueño americano.

Ya en Estados Unidos se dan cuenta de que tienen muchas limitaciones; por lo regular  en las horas que no están asistiendo a la escuela  están recluidos entre cuatro paredes, y muchas de las cosas que hacían en su tierra les están prohibidas allí.

La hora de las comidas cambia, como también cambia la temperatura y junto con esto, todo un estilo de vida.

Mary Ely Peña-Gratereaux está haciendo una labor muy bonita a favor de los emigrantes; desde  Cayena  Publicaciones está editando  libros de mujeres poetas de la diáspora, testimonios de los niños y está brindando apoyo a esa legión de dominicanos y dominicanas.