Brisas
Las telenovelas

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Realmente las telenovelas no son edificantes, salvo que se  trate de acontecimientos históricos. Pero esas, por lo regular, son medio aburridas. Las que nos gustan ver son aquellas en las que tienen como trama una historia de amor.

Las mexicanas son las que más abundan y desde que comienzan uno sabe las cosas que van a ocurrir: por lo regular secuestran a un niño cuando estaba pequeño; o  lo cambian o de alguna manera desaparece.  Generalmente ese es el protagonista.

También hay una persona que puede ser hombre o mujer, que mata por el placer de matar; solamente al final cuando muere, queda loca o presa, deja de hacerlo.

Pero hay algo, y es lo que me preocupa porque muchas personas que nos decimos cristianas vemos, y es la distorsión que se hace con los asuntos religiosos. Una persona que no esté bien evangelizada puede confundirse.

Siempre aparece un sacerdote “sumamente comprensivo”  con las relaciones extraconyugales que se dan entre el o la protagonistas, porque “se trata del verdadero amor”.

También se confunde con la confesión; la persona mala  dice los más horribles pecados y el  cura hasta permite que un inocente vaya a la cárcel  y quedarse con las manos atadas  “porque no puede violar el secreto confesional”. 

¿Pero, eso es una confesión sacramentalmente hablando? Porque para hacer una confesión debe haber arrepentimiento y en esas condiciones una confesión no es válida. Ni qué decir de la alta dosis de violencia que se da en todos esos espacios que ven por igual niños y mayores. Y también las   telenovelas mexicanas siempre tienen una dosis de brujería que se mezcla con los asuntos de índole religiosa, y las personas claman a Dios, o la Virgen de Guadalupe mientras también permiten que el brujo  o la bruja la orienten y le digan cosas de su vida, como si se pudiera servir a dos señores. Bueno, hay que estar bien  edificado para que las telenovelas no hagan daño.

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