Mientras más ordenada sea una jornada de protesta, mayor es el apoyo que concita en la población si los reclamos son justos.

El país tiene motivos suficientes para expresar su disgusto, porque, aunque es evidente que existen factores externos que contribuyen a la situación en que nos encontramos, no ve en las autoridades gubernamentales ningún interés en aplicar paliativos a la misma, sino, más bien, lo que se observa es mucho dispendio desde arriba.

Cuando se hace un llamado a huelga tememos, porque la experiencia nos dice que siempre habrá incontrolables para crear el caos; y también, agentes policiales que se aprovecharán de la situación para disparar y, a veces, hasta matar a personas inocentes.

Por ejemplo, las quemaderas de gomas es algo que contamina el ambiente, que destruye las calles  (y después pedimos que nos las reparen) y que provoca enfermedades respiratorias más en personas mayores.  Pero aparte de eso, se presta a la realización de actos vandálicos,  y también a abusos por parte de la Policía.

Estas reflexiones las hago a propósito de la huelga del lunes que en términos generales fue exitosa pero que tuvo su cuota de muertos, por lo menos cinco, incluyendo uno en la zona donde resido.

Por eso los organizadores deben analizar esto antes de proceder a hacer nuevas convocatorias.  Y es que ellos,  por más que lo deseen,  no pueden tener el control absoluto de la situación.

Estamos todavía a tiempo para  planificar nuevas jornadas de luchas si es que no se produce el diálogo deseado o un cambio en el manejo de la cosa pública. Pero, hay que recurrir a métodos que no pongan en peligro la vida humana, porque así se concita el apoyo de la mayoría.